El mundo interior de Ginebra: Errata

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Momentos únicos

- Viajar de noche, observando el paisaje nocturno; los bosques, las ciudades iluminadas a lo lejos,...

- Bañarme (preferiblemente en el mar, un estanque natural o un río) de noche o bajo la lluvia (o las dos cosas) sola.

- Descansar sobre una tumbona en una noche de verano, cuando el cielo esté despejado (es decir, en lugares sin contaminación. Quedan tan pocos...) y observar la inmensidad del cielo negro salpicado de estrellas e iluminado por la luna.

- Intentar pasar desapercibida, caminando de puntillas y descalza, apoyando con cuidado las plantas de los pies, acariciando el suelo con ellas, estando en sintonía con la tranquilidad del entorno... Y conseguirlo.

- Observar la naturaleza desde un lugar privilegiado, estando sola... y sentirme parte de ella.

- Bañarme en el mar. Sumergir la cabeza y abrir los ojos, observando, desde dentro, las olas meciendo mi cuerpo.

- Despertarme demasiado pronto una mañana en la que no tenga que madrugar porque ya no puedo dormir más. Abrigarme bien, sea la época del año que sea (ya que a esas horas hace frío siempre) y salir a la terraza, subir a la azotea,... (o lo que esté al alcance) y observar cómo las primeras luces del alba inundan el cielo y bañan de colores vivos y cálidos todo lo que está cerca, haciéndome sentir especial ya que, seguramente, nadie más en ese momento estará viviendo lo mismo que yo, ni sintiéndose así (o, al menos, es lo que espero).

- Observar sobre mi cabeza cómo una "V" de gaviotas atraviesa el cielo, directa hacia el atardecer.

- Ver mi coche favorito atravesando la calle por la que camino.

- Buscar formas en las nubes, y sonreír al encontrarlas.

- Estrenar ropa.

- Explorar las playas de los lugares a los que vaya de vacaciones con unas aletas calzadas y unas gafas de bucear.

- Al final de un largo y cansado día de invierno en el que haga frío meterme en la cama, buscar mi posición perfecta, acurrucarme, y cerrar los ojos.

¿Buscas un buen poema? Entonces sigue leyendo...

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro -entre sí decía-,
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.

Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
"¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?"
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.

Pedro Calderón de la Barca

El mundo interior de Ginebra

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martes, 30 de noviembre de 2010

Errata

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