sábado, 21 de agosto de 2010

Solo 15 años [Parte 1]

Siempre te he querido. Siempre. Lo he llevado por dentro, escondido de ti. Lo sabían mis amigas, lo sabía hasta mi hermano, pero no creo ni que lo sospechases.
Tantos años viéndote en el colegio, admirando tu belleza y tu sonrisa, incluso cuando llevabas brackets; tu pelo encrespado y alborotado, color marrón chocolate; tus ojos verdes, vivos e infinitos, que reflejan la luz del sol que entra todas las mañanas por la ventana que hay junto a tu pupitre; tu cuerpo delgado y sin muchos músculos; tus manos grandes, con los dedos llenos de heridas por morderte las uñas; admirando incluso el modo en que te mueves. Siempre me has gustado. Incluso cuando estuviste lleno de granos. No me importó. Y no me importa ahora.
Es extraño. Nunca pensé, incluso viéndote día a día, que se podría estar realmente enamorada con quince años. De verdad que creí que ese sentimiento tan grande no podía entrar en un cuerpo tan joven. Siempre pensé que las chicas de las novelas, de las series de televisión y que incluso mis amigas exageraban cuando decían que se habían enamorado de un chico. <<¡Qué absurdo!>> solía pensar. Pero ya no. Ahora ya no lo pienso. Y sé que estoy enamorada, porque me imagino teniendo un futuro contigo, cumpliendo esos votos del matrimonio, viviendo junto a ti aunque estuvieses en silla de ruedas, te faltase un brazo o tuviese que pasarme el resto de mi vida durmiendo en el sofá de la habitación del un hospital, porque hubieses entrado en coma. Lo pienso y veo que sería capaz de hacer muchas cosas por ti que no me imagino haciendo por nadie más. Y me doy cuenta ahora, en este mismo instante, en el que te veo ahí, al otro lado de la calle, apoyado en la pared y mirando distraído al otro lado de la acera, con las manos metidas en el bolsillo de tu sudadera verde, esa que te queda tan bien.
Me encantan tus vaqueros desgastados y tus Converse. Es algo que siempre me ha gustado de ti, que no vistes como los demás. No, definitivamente no. El resto de chicos llevan los pantalones caídos, enseñando los calzoncillos y con cinturones con hebillas enormes. Por no hablar de sus cordones desatdos. Ese estilo nunca me ha gustado. Pero tú nunca has sido así, qué va. Siempre has vestido normal, como un chico, no como una copia del resto.
No sé si es por paranoia, pero ha habido veces en las que he llegado a creer que te gustaba. Y la verdad es que no lo tengo claro. En fin, no soy ninguna chica especial, las hay mucho más guapas y más delgadas y más estilosas y... En fin, mejores que yo. Por eso cada vez que pensaba que me estabas dando algún tipo de señal (muy sutil siempre; eres tan tímido como yo) deshechaba esa idea. Simplemente no lo veo posible. Es verdad que ha habido chicos interesados en mí, pero ninguno que me gustase. Y nunca he salido con nadie. Eso hace que tenga aún menos autoestima, que me sienta inferior al resto, con menos posibilidades. Y por eso nunca he intentado decirte nada, porque me da vergüenza. Te veo todos los días en clase, y sería horrible para mí aguantarlo si me dices que no.
Cada vez que veo que hablas o coqueteas con otra chica, me llega al alma, me rompe por dentro. Me deprimo en cuestón de segundos, y se me va la sonrisa de la cara al verte sonreír con otra. Eso borra todo rastro de duda sobre si te puedo atraer lo más mínimo. Y lo peor de todo es que no te das cuenta de todo lo que me importas. De que sé qué día es tu cumpleaños, tu color favorito, tus grupos de música preferidos, todas y casa una de las mudas de ropa que tienes, en qué trabajan tus padres, cuántos años tiene tu hermana y en qué calle vives. Tampoco te das cuenta de que, cada día, me giro cuando te veo pasar delante de mí al salir del colegio, y te sigo con la mirada hasta que giras la esquina de la calle y desapareces. También observo esa esquina todas las mañanas esperando verte aparecer por ella, para poder caminar delante de ti haciendo como si no te hubiese visto, y así conseguir que, aunque sea por unos segundos, te fijes en mí.
Cada vez que empieza el curso, lo que hago es repasar la lista de gente de mi clase para ver si estás en ella. Eres la primera persona a la que busco con la mirada todas las mañanas al entrar en clase, y la última a la que miro al salir de ella.
Y, pese a todo esto, he intentado olvidarte, porque sé que es lo que me conviene y porque sé que no tengo posibilidades. ¿O quizás sí?
Pero hoy, por fin, lo veo claro. Se me está acelerando el corazón, señal de que realmente me propongo hacer eso que se me ha pasado por la cabeza. Y lo voy a hacer; para una vez que estoy segura de algo, lo voy a hacer.
Me arreglo un poco el pelo y me aliso la ropa. Miro mi reflejo en el cristal de un escaparate para asegurarme de que no estoy manchada ni nada por el estilo. Y me decido a cruzar al otro lado de la calle, para llegar hasta ti y decirte de una vez que, sí, estoy enamorada de ti.
Aún no me has visto acercarme, y acelero el paso, sonriendo ampliamente, cada vez más segura, más decidida. Por fin hoy voy a decirte todo lo que siento, todo lo que me llevo callando estos cuatro años, todo contra lo que he intentado luchar y esconder, y, por fin, voy a poder sentirme libre. Pero se me hiela la sangre en las venas, me viene un sabor extraño a la boca, el sabor que tendría el veneno vaporizado. El aire se me escapa de los pulmones, y me da un vuelco el corazón tan grande que no entiendo cómo es que nadie lo ha oído. Todas mis esperanzas rotas. Toda mi ilusión a la basura. Me siento estúpida, ridícula, mediocre, despreciable.
Te has despegado de la pared de un brinco, sonríes de una forma que nunca había visto en ti. Has visto a alguien. Es una chica. Una chica que sale de una tienda. Morena y con los mismos ojos verdes que tú. Es preciosa. Perfecta.
Ella también sonríe. Te acercas a ella sonriendo. Le das un beso en la mejilla y ella te da una bolsa. Ella te dice algo al oído y entonces, antes de seguir andando, te giras en mi dirección y te quedas mirándome, con una expresión extraña escrita en tu rostro. Supongo que será por la cara que se me ha quedado, pero estoy demasiado deshecha para poder pensar qué será exactamente lo que esa cara quiere decir. Ni siquiera me esfuerzo por disimular; me doy la vuelta sin intentar decirte nada o justificarme y, intentando no caerme a trozos, me alejo tambaleante y con paso ligero mientras enormes lágrimas caen de mis ojos hasta el suelo. Cuando giro la calle, acabo corriendo y sollozando al mismo tiempo, hasta que llego a mi portal, entro y cierro la puerta. Y me quedo sentada en las escaleras, llorando en silencio y desconsoladamente. Siento la boca seca y no puedo tragar para arrancarme el nudo de la garganta, que me está ahogando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

looro, haaaa! que dolor!, no habia leido esta parte y ahora si lloró. Dios es tan tan triste y tan linda la historia ...u.u

Anónimo dijo...

Me llego al corazon!!!!Mi dios!!!Morire!!!Angiee lo siento, pero creo que morire con ella jajajaa x)


Esta fabuloso, de lo mejor que he leido y lo más fantastico es que conservas el tiempo en todo el capitulo, no te equivocas y dices: Camino hacia alla, pero entonces me fui corriendo y llegue lejos para sentir que caigo ahora...
x)