lunes, 13 de septiembre de 2010

Solo 15 años [Parte 6]

-No abras los ojos... aún.

Durante la semana en la que Laura estuvo inconsciente, tuve mucho tiempo... Demasiado. 
Demasiado tiempo para torturarme. Básicamente. Y no me moví de esa silla.
Pensé en ese día, ese maldito día en el que casi me la quitan. No, borra eso. Pensé en el día en el que casi la mato. Porque fue culpa mía. No importa lo que diga ella; no importa que me haya perdonado; no me lo merezco. 
Esa semana fue, con diferencia, la peor de toda mi vida. Creo que no dormí ni 15 horas en total. Sólo la miraba y pensaba, pensaba,... Yo con un simple rasguño en el brazo, y ella sedada hasta las cejas y con litros de sangre de otros corriendo por sus venas porque fui tan gilipollas de no sacarla de allí y no protegerla de ese tío y... y...
Cuando me recriminaba todo lo habido y por haber a mí mismo, me sentía un mierda y me quedaba mirando el techo, hasta que los ojos se me cerraban y... Me dormía. Y el peso de mi cabeza hacía que me la golpease contra la pared. Despertándome con dolor de cabeza y con la visión del ser más perfecto que he visto nunca roto, débil y deshecho frente a mí, rodeado de cables y máquinas que pitan y sábanas de hospital... Y vuelta a empezar.
Al tercer día mi madre, desistiendo ya de hacerme ir al instituto, me trajo mi guitarra. "Para que te distraigas, y a ella también" dijo. Y comencé a combinar mi tortura continua y mis breves cabezadas con la distracción de mi instrumento favorito. Toqué y toqué (las enfermeras no me permitían hacerlo de noche, momento en el que tenía las pesadillas más breves (por los cabezazos) y vívidas que he tenido en mi vida (sangre, la mirada desquiciada del borracho y su cuchillo, a grandes rasgos)) y no me detuve aunque me saliesen llagas, me rompiese las uñas y la garganta se me inflamase por cantar y llorar a la vez.
Por esa habitación pasó mucha gente. Sus padres, su hermanito Samuel, sus amigas, otros parientes,... Pero lo recuerdo como un sueño borroso. Como si fuese yo el que estaba inconsciente. Supongo que estaba tan encerrado en mí mismo que no veía lo demás. Bueno, sólo a Laura. 
En lo que respecta a ellos, creo que intentaron hablarme, y no sé si les contesté con algun monosílabo coherente, pero poco más. 
Pero, finalmente, se me ocurrió una cosa. Una compensación. Sí, sé que aunque baje la Luna para Laura, no mereceré su perdón. Pero necesito hacer algo. Intentar convencerme a mí mismo de que haré todo lo que haga falta para merecer que me mire una vez más. Sólo eso.

-Pedro... No voy a ver nada de todos modos. No con esto tapándome los ojos. 
Laura está emocionadísima. No ha dejado de reírse en todo el camino. Bueno, al igual que el resto de la gente en el autobús. Les habremos parecido una pareja de lo más encantadora. Y yo tendré la pinta del novio perfecto, llevando a mi chica con los ojos vendados a algún lugar para darle una gran sorpresa. No tienen ni idea de lo mierda que soy en realidad.
Laura tiene las manos puestas en la venda que rodea su cabeza, fingiendo que se la va a quitar en cualquier momento. Pero sé que no lo hará. Entre otras cosas, porque mis manos aprisionan cariñosamente sus muñecas.
Dice que ya no le duele la herida (ahora convertida en una cicatriz de unos 5 centímetros de longitud), pero no me lo creo. Estoy seguro que me miente pare hacerme sentir mejor. No lo conseguirá.
Tengo la vista fija en lo que se ve a través de las ventanas del autobús, para no pasarnos de parada. Ambos estamos de pie y, cuando el autobús gira o frena, Laura se tambalea y se agarra a mí para no caer, lo que le hace reír más. Es increíble lo contenta que está. Yo finjo felicidad por ella y sonrío cada vez que se gira hacia mí, aunque no me pueda ver. Aunque por dentro siento una mezcla de sentimientos: culpabilidad, enfado conmigo mismo, tristeza,... Pero, sobre todo, amor. Mucho amor. Así que escondo el resto de emociones que, en estos momentos, sobran. No le quiero estropear el día a Laura.
-Podrías darme alguna pista... ¿no? -dice mientras se gira para ponerse de cara a mí. Por un momento separa sus manos de su cara para posarlas alrededor de mi cuello. Acerca su boca a la mía. Su respiración acaricia mis labios.
-Eeh... Tus grandes poderes de seducción no... Funcionarán. -"Sí, genio. Y una mierda" me digo a mí mismo. Me acerco más a ella y poso mis manos en su cintura, corriendo el riesgo de que vayamos los dos al suelo al mínimo giro del vehículo. He cerrado los ojos casi sin darme cuenta, abandonándome al suave sonido de su voz y a su respiración regular. 
Sé que la gente del autobús nos observa; hasta al conductor se le escapan un par de miradas a través del retrovisor. Y ahora mismo hasta oigo risitas desde el fondo. Por un breve instante me doy un respiro y me siento feliz. Y no necesito dinero, ni un deportivo, ni tener a una modelo entre mis brazos. Encontrándome en un autobús con Laura me siento la persona más afortunada de todas.
Ella acerca su boca a mi oído, rozando con su nariz el cartílago de mi oreja. 
-Ah... ¿no?
Su voz es un susurro, y su aliento cálido cosquillea mis sentidos hasta tal punto que casi, casi la ahogo a besos aquí y ahora.
Me siento borracho; drogado por ella. Flotando entre nubes vaporosas. Sí, algo así.
Sus dedos empiezan a dar toquecitos tenues en mi nuca. Ah, sí. Espera mi respuesta.
-Mmm... Sólo puedo decirte que... -ahora soy yo el que se acerca a su oído y susurra:- ...será de película.

-Ya los puedes abrir -digo mientras destapo sus ojos-, elige butaca.
Laura abre los ojos y observa la sala de cine a la que la he conducido. Si está decepcionada no lo demuestra. Su sonrisa sigue ahí, y sus ojos curiosos viajan de aquí para allá observando cada palmo de la sala. Me mira, dirigiendo su sonrisa hacia mí, y alza el brazo, apuntando al centro de la sala con su dedo índice.
-Ahí. ¿Qué vamos a ver?
La beso. No aguantaba más.
-Ya lo verás.

-¿No va a venir nadie más? -Han pasado diez minutos y la sala sigue vacía. Bueno, eso sin contarnos a nosotros. Estoy muy cerca de ella, rodeándola con uno de mis brazos. Las butacas que tenemos al lado están llenas de chuches, palomitas y rerfrescos. Laura (cómo no) ha puesto muchas pegas a que las pague yo, pero, como siempre, he hecho oídos sordos. Si supiera que mi familia tiene tanto dinero como para comprar el cine entero y mucho más...
-No -y antes de seguir la frase le doy un beso en la coronilla-. Es una sesión privada.
Gira su cara hacia mí, dejándome ver la sorpresa que inunda sus ojos. Yo, por mi parte, sonrío con ganas. Verla emocionada como una niña pequeña me devuelve las ganas de ser feliz.
Abre la boca para decir algo, pero la película comienza.
No presto atención a la pantalla. Sé de memoria cada fotograma que va a ser proyectado. Porque esa película la he hecho yo.
Así que me dedico a mirarla a ella.
La miro cuando salen fotos de ella de pequeña intercaladas con algunas mías del mismo tipo... y veo que sonríe.
La miro cuando salen las imágenes de las páginas en las que he escrito durante varios años mis sentimientos sobre ella, mientras mi voz, tanto en la película como en mis labios, recita, sin dejar de mirar su rostro, lo que esas líneas relatan: todo lo que pienso en ella, lo perfecta que es para mí, las veces que me he sentido triste cuando ella también lo estaba o cuando reía por algo que decía otro chico;... y veo que llora.
La miro cuando salen fotos actuales de nosotros; felices, juntos, mientras se superponen a intervalos regulares hojas en las que he escrito mis pensamientos sobre ella desde que estuvimos juntos hasta esa horrible semana, recitándolas al igual que antes... y veo que sonríe y llora a la vez.
Y la miro cuando la película acaba con las cuatro palabras que resumen mi interior: "Lo siento. Te quiero" a la vez que suena de fondo la canción que compuse y canto ahora mismo... y veo que ella me mira y me besa.
-No vuelvas a pedirme perdón por ser la mejor persona del mundo -susurra cuando se separa de mí.

Después de haberla llevado al restaurante más bonito que he encontrado, también vendada (lugar en el que la sencilla orquesta allí presente ha tocado la ya bautizada como "nuestra canción") estoy junto a ella en el concierto de su grupo favorito. He conseguido entradas VIP y estamos bajo el escenario. Laura, cuando ha descubierto a dónde íbamos, se me ha agarrado al cuello de tal forma que casi me tira al suelo. La gente, otra vez, no dejaba de mirarnos y reírse. El cantante la ha sacado al escenario (eso no ha sido cosa mía) deshaciéndose en piropos sobre ella, lo que la ha sonrojado y ha provocado que ese tío esté en mi lista negra, pero he dejado de lado mis celos para compartir la euforia que ella ha sentido.

Y ahora estamos en la playa, tumbados en la arena y mirando las estrellas. Nuestras manos están entrelazadas, y nuestros cuerpos pegados. Ya no siento dolor, ni tristeza, ni culpa. Sé que ella me ha perdonado, ahora lo sé. Y no quiero nada más. Congelaría este momento y pasaría el resto de mi vida en él. Años. Décadas. Toda mi vida.
Una lágrima resbala por mi mejilla, y giro mi vista para encontrarme los ojos de Laura, también llorosos, mirándome y transmitiéndome con los ojos lo que siente por mí.
-Te quiero -decimos a la vez. Y nos besamos.

FIN

3 comentarios:

Existencia dijo...

E-e... ese es el fin!! no lo puedo creeeerrr!!!!!!!!!
Me encanto y me gustaria saber si van a estar para siempre juntos.
Ahora tengo que esperar que tu loca mente cree otra loca historia que voy a leer y me va a encantar ;)
Besos

Anónimo dijo...

waaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! que liiiinda la historia cTMCTM! lloro, que final mas maravilloso :S:S

Lissy dijo...

he terminado!!!...PRECIOSO..con mayúsculas..jajajaja...
para cuando el próximo..¿?
un saludo..!!!1