martes, 30 de noviembre de 2010

Errata

¡Hola otra vez! Quería comentaros algo: el banner de afiliación que tengo es erróneo. Si pinchas en él no te lleva a este blog. Ya lo he modificado. Lo siento :(  Gracias, .::Emma::., por decírmelo ;)

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Sonrisa

Esta historia la escribí para un concurso que Existencia organizó, pero que tuvo que cancelar :( 
Ha publicado este relato en su blog (¡muchas gracias!) y le ha encontrado una imagen perfecta, y me apetecía publicarlo yo también. El relato está inspirado en una canción (por eso hay alguna frase muy poética...). Espero que os guste.



Oh, mierda. Con tanta gente es imposible… Y qué asco de iluminación… ¿Dónde estás?
¡Ah! Ahí…
Justo después de haber atravesado toda la masa de gente sudorosa, de haberme resbalado a mitad de camino con un charco (¿de bebida? ¿Vómito? No lo quiero saber…), y de haber recibido unos cuantos empujones y pisotones (qué antro…), te he encontrado. Sí, sí, a ti. Ahí estás, sentada sola en una mesa al fondo. El caos del bar te rodea, pero parece que no te enteres. Estás absorta en tus pensamientos. Me encantaría saber lo que pasa por tu mente en estos momentos… Tienes la barbilla apoyada en el puño derecho, el codo sobre la mesa y tu brazo izquierdo extendido sobre ella. Hay un vaso alargado entre tus manos, y está lleno hasta la mitad de refresco, o, al menos, eso parece. Paseas el dedo índice por la superficie empañada del cristal del recipiente, haciendo garabatos distraídamente mientras mantienes fija la vista en ninguna parte...
Qué guapa eres. Te observo desde la barra del bar, detrás de la cual te vi por primera vez. Tu imagen se me quedó grabada al instante. Esa melena negra, esos ojos verdes,…
Desde entonces, siempre acabo en este lugar. Porque siempre estás aquí. Ocupo mi sitio habitual sobre “mi” taburete, y espero.
No han pasado ni dos minutos y la chica que hasta hace un momento estaba echando cañas sale de detrás de la barra y se acerca a ti. Leo en sus labios la frase “Te toca”, y veo cómo sales de tu ensoñación para devolverle la mirada, levantarte, coger tu vaso, todavía lleno y cruzar esa puerta que sólo pueden atravesar los empleados.
Sales a los cinco minutos. El vaso ya no está en tu mano, y tus vaqueros y tu camiseta han desaparecido. En su lugar llevas el mismo “uniforme” que tu compañera anterior: un top con mucho escote y bastante ceñido, unas botas negras de cuero, altas y con tacón de aguja y una minifalda, que más bien parece un cinturón ancho. Te has soltado la coleta, y tu pelo cae en cascada alrededor de tu cara, por los hombros y por la espalda. Tu maquillaje ahora remarca tus ojos y tus labios, y no consigue ocultar tu interior. Nadie se había fijado en ti hace diez minutos, pero ahora todos los hombres del local que se han dado cuenta de tu presencia te miran descaradamente y sin intención de ocultarlo. Reconozco que, al principio, yo era uno de esos. “Al fin y al cabo, para eso están aquí, ¿no? Para alegrarnos la vista” pensaba… Hasta que te miré a los ojos. Fue como ver la luz. Ya no eras “la tía buena que sirve cañas”, sino “la chica que se está ahogando por dentro”.
Atraviesas la distancia que hay entre donde te encuentras y la barra, no sin esfuerzo. Más de un imbécil te da palmadas en el culo o se te acerca demasiado. La sangre me empieza a hervir en las venas, y justo cuando estoy a punto de coger el taburete y abrirle la cabeza a todos y cada uno de los desgraciados que se han atrevido a tocarte, mi conciencia me frena: “No, no puedes hacerlo. No te puedes permitir montar ningún número. Recuerda… ¿de verdad quieres volver a la cárcel?”. Así que cuento hasta 50 con los ojos cerrados mientras intento que mi respiración vuelva a ser regular. Cuando abro los ojos, veo que el tipo que tengo sentado al lado me está mirando. Avergonzado, desvía rápidamente la vista cuando se da cuenta de que lo he pillado taladrándome con la mirada. No puedo evitar sonreír.
-Eh, tranquilo. ¡No suelo morder sin motivo!
El tipo me ignora; está cagado. Por favor… ¿Tan malas pintas llevo? Repaso mi aspecto mentalmente: tipo de 23 años, vaqueros desgastados y rotos por algún que otro lado, con una cadena colgando en el lado izquierdo y un paquete de tabaco asomando; una camiseta sin mangas negra, unas zapatillas de deporte (bastante destrozadas ya) y el pelo rapado. Ya me empieza a crecer, por cierto. Tengo montones de tatuajes cubriendo mis brazos y parte de mi cuello, y un piercing en la ceja.
Después de pensarlo, y, teniendo en cuenta que el tipo este tendrá unos veinte años más que yo y que viste bastante mejor, puedo imaginarme qué problema tiene mi apariencia que pueda asustar a este hombre. En fin… Nada que no supiera.
Veo que también los guarros que se han atrevido a tratarte como un trozo de carne me miran de vez en cuando, midiéndome. Asquerosos… Si más de uno podría ser tu padre… Desvío la vista de ellos; el pulso se me está volviendo a acelerar.
-¿Quieres algo?
Tu voz… Es la primera vez que la oigo. No te he visto acercarte, pero sé que esa voz es tuya. Lo sé porque arrastra el dolor que tus ojos muestran. Los miro y me pierdo en ellos. Pero solo por un momento.
-Una caña.
Te alejas hacia la estantería donde están las jarras de cerveza. Eres tan bella…
El hombre que está a mi lado, ese estirado que no deja de mirarme de reojo en cuando se cree que ya me he olvidado de que sigue ahí, también se ha fijado en ti. Es más, te mira el culo descaradamente, como si no hubiese mañana. Uy…
Ahora que está de espaldas a mí, me acerco despacio, y le susurro al oído:
-Recuerdas que he dicho que no muerdo, a menos que tenga motivos, ¿verdad? Bueno, pues ya me estás dando unos cuantos…
La verdad es que no pretendía decirlo en un tono demasiado amenazador, pero si las palabras matasen…
El muy idiota da un respingo sobre el taburete y se queda más tieso que un palo. Centra su atención en el bol de cacahuetes que hay enfrente suyo, como si no hubiese nada más a su alrededor. “Así me gusta; buen chico”.
Ya vuelves con lo que te he pedido. El pulso se me acelera, pero esta vez no es por querer darle a nadie su merecido…
-Aquí tienes.
-Gracias –digo lentamente mientras agarro la jarra de manera que mi mano entre en contacto con la tuya. Eso te sorprende. Por un momento, sales de ese pozo negro en el que pareces encontrarte, me miras a los ojos… y sonríes. Y, con sólo una sonrisa, mi cabeza consigues volver loca.
-De nada… -dices mientras te vuelves a hundir en la oscuridad y te alejas a servir a otras personas.
-¡Espera! –Grito. Más de uno se ha girado a mirarme, pero tú también lo has hecho, y eso es lo que cuenta. Te vuelves a acercar para poder oír lo que te voy a decir. –¿Podrías quedarte un momento?
Veo en tu expresión que no estás muy segura de qué hacer.
-Eh… Tengo trabajo.
-Puedo esperar a que tu turno acabe –digo precipitadamente antes de que te alejes demasiado. Te paras, te giras y me miras, pero no me respondes y te alejas.


Después de tres horas y media sigo aquí, pero esta vez estoy sentado en la mesa que antes tú has dejado vacía, en esa en la que esperabas a que tu turno llegase. El bar está ya casi vacío; es muy tarde. Y dudo que los pocos que quedan sean capaces ni siquiera de volver a casa por ellos mismos. Sales de la sala de empleados, esta vez desmaquillada y vestida con tu ropa. Me ves y te sorprendes de que esté aquí aún. Yo no te digo nada, simplemente te miro y te sonrío y deseo en silencio que te acerques. Lo piensas durante unos segundos, y acabas acercándote tímidamente.
-Vaya… No creía que fueses a esperar de verdad –dices nerviosamente mientras, despacio, te sientas en frente mío.
-Bueno, te dije que lo haría –y sonrío al terminar mi respuesta.
-¿Qué quieres? –me preguntas con desgana, mientras te miras las manos.
Podría haberte contestado muchas cosas: “Tu teléfono”, “Saber tu nombre”, “Una cita”,… Pero no.
-Saber qué te pasa. Qué es eso que te atormenta. Y saber por qué te guardas en el alma, bajo llave, lo que sientes.
Me esperaba muchas reacciones: que te ofendiese la pregunta y te marchases sin más, que me dieses una bofetada, que te echases a llorar,… Pero jamás me habría imaginado tu respuesta:
-Me imaginaba que era algo así.
Te quedas en silencio por un momento, dejas de mirarte las manos para mirarme a los ojos. Y, aunque tu pesar no desaparece, me regalas otra sonrisa.
-Dicen que con quien más te sinceras es con alguien que no conoces. Y, bueno… Supongo que necesito hablarlo con alguien…
Te miro atento. Dejas la frase inacabada, apartas la vista hacia otro lado, aprietas las manos y te muerdes el labio inferior. Creo que estás reprimiendo las ganas de llorar.
-Digamos que… -continúas con voz temblorosa.- Yo pensaba que la luna estaría llena para siempre. Sí… supongo que es una frase muy poética, pero tú acabas de decir una similar, y, además, creo que es la descripción que más se acerca a lo que yo sentía. Y creía. -Te secas las primeras lágrimas que resbalan por tu cara.- Era feliz, pero, de pronto, vi cómo todo se desvanecía… Lo peor para mí es no haber sido capaz de parar el tiempo… y… Y luego acabé aquí…
Te pones a llorar. Al principio dudo, pero finalmente me levanto de mi silla, la cojo y la coloco a tu lado, para poder abrazarte. No me rechazas. Y, aunque la verdad es que no me he enterado muy bien de lo que me acabas de contar, sé que necesitas consuelo.
Pasados un par de minutos, dejas de llorar, te limpias la cara y ríes tímidamente.
-Me gustan tus tatuajes… -me dices.
No puedo evitar sonrojarme, aunque creo que no te das cuenta. Todo me da vueltas en la cabeza: que la noche haya acabado así, que haya podido acercarme tanto a ti, que me estés confiando tus sentimientos, que no me juzgues por mi aspecto,…
-Ah… ¿En serio? Creo que eres la primera persona que me lo dice. La primera que no saca conclusiones de mí nada más verme.
-¿A qué te refieres? –Tu voz ya no tiembla. Me pienso la respuesta. Al final, soy yo el que se está sincerando. Qué ironía, ¿no?
-No es que mi aspecto tenga mucho éxito... Y tampoco es que me moleste en desmentir la imagen que la gente tiene de mí… Pero tampoco van muy desencaminados. ¿Sabes? Estuve en la cárcel. Hace un par de años. Resulta que un “amigo” andaba metido en un porrón de líos con la poli, las drogas, el contrabando,… Yo no le delaté nunca. Y él me lo agradeció cargándome el marrón a mí, diciendo que yo era el culpable de todo y que él solo se había limitado a no traicionar a un amigo. Maldito cabrón… Consiguió manipular las pruebas, y mientras yo me pasaba una buena temporadita en la cárcel, él estuvo unos dos meses, por cómplice. Lo soltaron en seguida.
>Lo mejor de todo es que él siempre vestía de punta en blanco. Y nadie dudó de su testimonio en cuanto me vieron a mí.
Por un momento, el silencio inunda el bar.
-Te creo… Desde el primer día que te vi por aquí supe que eras un tío legal.
No puedo creer tu respuesta. Disimulo mi asombro.
-Así que me has visto todos estos días buscando tu mirada entre los ojos de la gente, ¿no es así?
Me miras, y, otra vez, con sólo una sonrisa, mi cabeza vuelves loca.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

¡Premio al canto!


Gracias por el premio ;)



Reglas:

1. Decir por qué creaste tu web
2. Decir desde cuándo tienes tu web
3. Decir si te sientes orgullosa de tu web
4. Decir que cambiarías y que cosa nunca sacarías de tu web
5. Dárselo a los blog que quieras, mínimo 2.

1. Bueno... Creé este blog porque, desde antes de crearlo, me gustaba visitar otros blogs, y he tenido alguna chapucilla antes que éste, pero este sin duda es el mejor (así que imaginad cómo eran los otros...).
2. La verdad es que no lo sé. Eso sí, tengo un contador que me avisará del cumpleaños del blog, pero no tiene ni 1 año.
3. Estoy contenta con el blog, pero sé que podría hacer mucho más por él de lo que hago.
4. Supongo que cambiaría la frecuencia con la que me paso y aumentaría la cantidad de entradas que hago. No cambiaría mis seguidores :)
5. Este premio se lo entrego a:

- Existencia
- Bosque literario


viernes, 5 de noviembre de 2010

Estoy inspirada...

He escrito un texto, que no sé si llamarlo poesía o qué... Tampoco me preguntéis sobre qué va... Libre interpretación. Espero, una vez más, que os guste.


Si el viento susurra el ritmo que mi existencia subraya,
cuando, al lado del abismo, libras absurdas batallas...
Y queriendo comprender…
Comprender sólo es una moda.
Tú, creando categorías… ¿Y ninguna te funciona?
No me extraña…
No es nada raro…
Te avisaría, pero callo…
¿Y qué más da?
Ya ves, total… Ni siquiera me escucharías…
A ti te va más razonar
mientras yo vivo, sufro, hallo
razones que, cada día
presentan al fiel azar,
el que nunca te engañaría
el que, si te dejas llevar,
ilumina todas las calles,
deja ver la gran ciudad
que hay más allá de tus paredes,
esas murallas que te ciegan
¿Nunca has disfrutado del cielo azul turquesa en primavera?
Eso es porque tú no estás vivo.
No, ¿cómo lo vas a estar,
si no sabes interpretar las flores de un árbol caído?
¿Si, cuando escuchas el silencio, dices que no oyes sonido?
¿Si no consigues apreciar las piedras que hay en el camino?
Esas que te hacen tropezar
girarte, y ver el recorrido
que abandonas, tras tu paso, culpándolas de estorbar…
¿De verdad quieres comprender?
Hazte un favor, a ver si aprendes:
Deja de lado el ser inerte y aprende ya a respirar.

martes, 2 de noviembre de 2010

Nieve

El otro día participé en el concurso que ha preparado Existencia, y me ha gustado eso de escribir una historia en base a una canción. Por eso quiero colgar un pequeño poema que se me ha ocurrido a raíz de escuchar una canción sobre las drogas. Espero que os guste...


              Nieve

Dices que rompes las reglas
hablas de mundos lejanos
sigues para ser mejor
¿qué futuro estás guardando?

Pienso que piensas en negro
teniendo la mente en blanco
huyendo de ese agujero
cuando lo estás agrandando.

¿De verdad sigues creyendo
que durarás, inmortal?
Te olvidas de respirar
para flotar, medio muerto.

Perdí la lucha, hace tiempo
de intentar abrir tus ojos.
Me abandono a la derrota.
Tú ya lo hiciste, ¿no es cierto?

Cuando tu interior despierte
quizás logres tu objetivo:
no efímero ya, perenne
te olvidarás del olvido.

sábado, 30 de octubre de 2010

Halloween

¡Buenas! Quería hacer esta entrada para enseñar el regalo que Angy me ha hecho por Halloween. ¡Gracias!

jueves, 28 de octubre de 2010

Qué lío...

Sí, ya sé que no paro de cambiar el fondo del blog... Pero es que cuando me decido por uno y lo pongo, luego lo veo y me doy cuenta de que hay algo que no encaja... En fin, que siento marearos tanto...

martes, 19 de octubre de 2010

Cuánto tiempo...

Lo siento :( Sé que hace mil que no escribo nada, pero es que no tengo tiempo... Siempre quiero pasarme, pero no encuentro el momento. El caso es que, ahora que sí he encontrado un hueco (ya era hora) os puedo decir que tengo entre manos un nuevo relato. Aún no quiero subir ningún capítulo porque (la verdad, aún no tengo ninguno [qué desastre]) prefiero tener completamente clara la historia antes de subir nada.
En fin, que espero no retrasarme esta vez...

jueves, 23 de septiembre de 2010

El juego del 4

Bueno... He sido nominada por Hannih (gracias por acordarte de mí ;) ), así que... ¡allá voy!
Las reglas del juego del 4 son:

1. Una vez nominad@ tienes que poner el link del blog que te ha nominado.
http://soul-andheart.blogspot.com/2010/09/me-nominoo-gabii.html

2. Nominar a cuatro personas:
Existencia
SoMbReReRa^^
ℓυz є¢ℓιρѕα∂α
Melia

3. Hacer saber a esas personas que las has nominado ( ahora mismo).

4 Cosas que siempre llevo en el bolso:
-El móvil.
-Las llaves de casa.
-Compresas.
-Un poco de dinero.

4 Cosas favoritas de mi habitación:
-El color amarillo de las paredes.
-Mis libros.
-Mis pósters (Mmm...).
-Su tamaño (no es grande, pero tampoco pequeña =) ).

4 Cosas que me gustan ahora mismo:
-El lugar en el que vivo.
-Las películas.
-La música.
-Los libros.

4 Cosas que siempre he querido hacer:
-Tirarme en paracaídas desde un avión.
-Poder llevarme todo lo que quiera de todas las tiendas que quiera sin pagar (pero creo que eso es un delito... :( ).
-Tener una piscina llena de crema de chocolate.
-Ser millonaria.

4 Cosas que no sabías de mí:
-Me gusta ver películas y leer libros tristes y luego llorar sola desconsoladamente.
-Cuando no hay nadie conimgo, hablo sola (¡pero no estoy loca!)
-En el futuro, me gustaría ser escritora y ganarme la vida con ello (aunque no lo seré).
-A veces me vuelve a apetecer jugar con las muñecas que tenía de pequeña, pero ya no las tengo (¿es algo raro?)

4 Canciones que no me puedo quitar de mi cabeza:
Love the way you lie
With me
Sultans of Swing
Airplanes


martes, 14 de septiembre de 2010

¿Ya?

Ya he terminado de escribir Solo 15 años. Sé que ha sido una historia corta, pero he de decir que, en realidad, tenía escritas desde hace tiempo las dos primeras partes, y no esperaba que la historia avanzase más allá de ellas.
Escribí la primera parte una tarde. Y, cuando la acabé, me di cuenta de que no podía dejarlo así. Quería mostrar también los sentimientos de la otra parte (Pedro).
Y, bueno... Se me ocurrió completar un poco más la historia, añadiendo incluso una canción que he escrito yo (las letras que hay entre paréntesis antes de cada verso son acordes de guitarra).
Espero que os haya gustado; no había escrito nada antes de esto.
Subiré más relatos, pero no sé con qué frecuencia.
Gracias por leerme :)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Solo 15 años [Parte 6]

-No abras los ojos... aún.

Durante la semana en la que Laura estuvo inconsciente, tuve mucho tiempo... Demasiado. 
Demasiado tiempo para torturarme. Básicamente. Y no me moví de esa silla.
Pensé en ese día, ese maldito día en el que casi me la quitan. No, borra eso. Pensé en el día en el que casi la mato. Porque fue culpa mía. No importa lo que diga ella; no importa que me haya perdonado; no me lo merezco. 
Esa semana fue, con diferencia, la peor de toda mi vida. Creo que no dormí ni 15 horas en total. Sólo la miraba y pensaba, pensaba,... Yo con un simple rasguño en el brazo, y ella sedada hasta las cejas y con litros de sangre de otros corriendo por sus venas porque fui tan gilipollas de no sacarla de allí y no protegerla de ese tío y... y...
Cuando me recriminaba todo lo habido y por haber a mí mismo, me sentía un mierda y me quedaba mirando el techo, hasta que los ojos se me cerraban y... Me dormía. Y el peso de mi cabeza hacía que me la golpease contra la pared. Despertándome con dolor de cabeza y con la visión del ser más perfecto que he visto nunca roto, débil y deshecho frente a mí, rodeado de cables y máquinas que pitan y sábanas de hospital... Y vuelta a empezar.
Al tercer día mi madre, desistiendo ya de hacerme ir al instituto, me trajo mi guitarra. "Para que te distraigas, y a ella también" dijo. Y comencé a combinar mi tortura continua y mis breves cabezadas con la distracción de mi instrumento favorito. Toqué y toqué (las enfermeras no me permitían hacerlo de noche, momento en el que tenía las pesadillas más breves (por los cabezazos) y vívidas que he tenido en mi vida (sangre, la mirada desquiciada del borracho y su cuchillo, a grandes rasgos)) y no me detuve aunque me saliesen llagas, me rompiese las uñas y la garganta se me inflamase por cantar y llorar a la vez.
Por esa habitación pasó mucha gente. Sus padres, su hermanito Samuel, sus amigas, otros parientes,... Pero lo recuerdo como un sueño borroso. Como si fuese yo el que estaba inconsciente. Supongo que estaba tan encerrado en mí mismo que no veía lo demás. Bueno, sólo a Laura. 
En lo que respecta a ellos, creo que intentaron hablarme, y no sé si les contesté con algun monosílabo coherente, pero poco más. 
Pero, finalmente, se me ocurrió una cosa. Una compensación. Sí, sé que aunque baje la Luna para Laura, no mereceré su perdón. Pero necesito hacer algo. Intentar convencerme a mí mismo de que haré todo lo que haga falta para merecer que me mire una vez más. Sólo eso.

-Pedro... No voy a ver nada de todos modos. No con esto tapándome los ojos. 
Laura está emocionadísima. No ha dejado de reírse en todo el camino. Bueno, al igual que el resto de la gente en el autobús. Les habremos parecido una pareja de lo más encantadora. Y yo tendré la pinta del novio perfecto, llevando a mi chica con los ojos vendados a algún lugar para darle una gran sorpresa. No tienen ni idea de lo mierda que soy en realidad.
Laura tiene las manos puestas en la venda que rodea su cabeza, fingiendo que se la va a quitar en cualquier momento. Pero sé que no lo hará. Entre otras cosas, porque mis manos aprisionan cariñosamente sus muñecas.
Dice que ya no le duele la herida (ahora convertida en una cicatriz de unos 5 centímetros de longitud), pero no me lo creo. Estoy seguro que me miente pare hacerme sentir mejor. No lo conseguirá.
Tengo la vista fija en lo que se ve a través de las ventanas del autobús, para no pasarnos de parada. Ambos estamos de pie y, cuando el autobús gira o frena, Laura se tambalea y se agarra a mí para no caer, lo que le hace reír más. Es increíble lo contenta que está. Yo finjo felicidad por ella y sonrío cada vez que se gira hacia mí, aunque no me pueda ver. Aunque por dentro siento una mezcla de sentimientos: culpabilidad, enfado conmigo mismo, tristeza,... Pero, sobre todo, amor. Mucho amor. Así que escondo el resto de emociones que, en estos momentos, sobran. No le quiero estropear el día a Laura.
-Podrías darme alguna pista... ¿no? -dice mientras se gira para ponerse de cara a mí. Por un momento separa sus manos de su cara para posarlas alrededor de mi cuello. Acerca su boca a la mía. Su respiración acaricia mis labios.
-Eeh... Tus grandes poderes de seducción no... Funcionarán. -"Sí, genio. Y una mierda" me digo a mí mismo. Me acerco más a ella y poso mis manos en su cintura, corriendo el riesgo de que vayamos los dos al suelo al mínimo giro del vehículo. He cerrado los ojos casi sin darme cuenta, abandonándome al suave sonido de su voz y a su respiración regular. 
Sé que la gente del autobús nos observa; hasta al conductor se le escapan un par de miradas a través del retrovisor. Y ahora mismo hasta oigo risitas desde el fondo. Por un breve instante me doy un respiro y me siento feliz. Y no necesito dinero, ni un deportivo, ni tener a una modelo entre mis brazos. Encontrándome en un autobús con Laura me siento la persona más afortunada de todas.
Ella acerca su boca a mi oído, rozando con su nariz el cartílago de mi oreja. 
-Ah... ¿no?
Su voz es un susurro, y su aliento cálido cosquillea mis sentidos hasta tal punto que casi, casi la ahogo a besos aquí y ahora.
Me siento borracho; drogado por ella. Flotando entre nubes vaporosas. Sí, algo así.
Sus dedos empiezan a dar toquecitos tenues en mi nuca. Ah, sí. Espera mi respuesta.
-Mmm... Sólo puedo decirte que... -ahora soy yo el que se acerca a su oído y susurra:- ...será de película.

-Ya los puedes abrir -digo mientras destapo sus ojos-, elige butaca.
Laura abre los ojos y observa la sala de cine a la que la he conducido. Si está decepcionada no lo demuestra. Su sonrisa sigue ahí, y sus ojos curiosos viajan de aquí para allá observando cada palmo de la sala. Me mira, dirigiendo su sonrisa hacia mí, y alza el brazo, apuntando al centro de la sala con su dedo índice.
-Ahí. ¿Qué vamos a ver?
La beso. No aguantaba más.
-Ya lo verás.

-¿No va a venir nadie más? -Han pasado diez minutos y la sala sigue vacía. Bueno, eso sin contarnos a nosotros. Estoy muy cerca de ella, rodeándola con uno de mis brazos. Las butacas que tenemos al lado están llenas de chuches, palomitas y rerfrescos. Laura (cómo no) ha puesto muchas pegas a que las pague yo, pero, como siempre, he hecho oídos sordos. Si supiera que mi familia tiene tanto dinero como para comprar el cine entero y mucho más...
-No -y antes de seguir la frase le doy un beso en la coronilla-. Es una sesión privada.
Gira su cara hacia mí, dejándome ver la sorpresa que inunda sus ojos. Yo, por mi parte, sonrío con ganas. Verla emocionada como una niña pequeña me devuelve las ganas de ser feliz.
Abre la boca para decir algo, pero la película comienza.
No presto atención a la pantalla. Sé de memoria cada fotograma que va a ser proyectado. Porque esa película la he hecho yo.
Así que me dedico a mirarla a ella.
La miro cuando salen fotos de ella de pequeña intercaladas con algunas mías del mismo tipo... y veo que sonríe.
La miro cuando salen las imágenes de las páginas en las que he escrito durante varios años mis sentimientos sobre ella, mientras mi voz, tanto en la película como en mis labios, recita, sin dejar de mirar su rostro, lo que esas líneas relatan: todo lo que pienso en ella, lo perfecta que es para mí, las veces que me he sentido triste cuando ella también lo estaba o cuando reía por algo que decía otro chico;... y veo que llora.
La miro cuando salen fotos actuales de nosotros; felices, juntos, mientras se superponen a intervalos regulares hojas en las que he escrito mis pensamientos sobre ella desde que estuvimos juntos hasta esa horrible semana, recitándolas al igual que antes... y veo que sonríe y llora a la vez.
Y la miro cuando la película acaba con las cuatro palabras que resumen mi interior: "Lo siento. Te quiero" a la vez que suena de fondo la canción que compuse y canto ahora mismo... y veo que ella me mira y me besa.
-No vuelvas a pedirme perdón por ser la mejor persona del mundo -susurra cuando se separa de mí.

Después de haberla llevado al restaurante más bonito que he encontrado, también vendada (lugar en el que la sencilla orquesta allí presente ha tocado la ya bautizada como "nuestra canción") estoy junto a ella en el concierto de su grupo favorito. He conseguido entradas VIP y estamos bajo el escenario. Laura, cuando ha descubierto a dónde íbamos, se me ha agarrado al cuello de tal forma que casi me tira al suelo. La gente, otra vez, no dejaba de mirarnos y reírse. El cantante la ha sacado al escenario (eso no ha sido cosa mía) deshaciéndose en piropos sobre ella, lo que la ha sonrojado y ha provocado que ese tío esté en mi lista negra, pero he dejado de lado mis celos para compartir la euforia que ella ha sentido.

Y ahora estamos en la playa, tumbados en la arena y mirando las estrellas. Nuestras manos están entrelazadas, y nuestros cuerpos pegados. Ya no siento dolor, ni tristeza, ni culpa. Sé que ella me ha perdonado, ahora lo sé. Y no quiero nada más. Congelaría este momento y pasaría el resto de mi vida en él. Años. Décadas. Toda mi vida.
Una lágrima resbala por mi mejilla, y giro mi vista para encontrarme los ojos de Laura, también llorosos, mirándome y transmitiéndome con los ojos lo que siente por mí.
-Te quiero -decimos a la vez. Y nos besamos.

FIN

Ya es septiembre...

Imagino que lo que estoy escribiendo ya lo habréis leído en varios blogs, y no quiero que parezca que me copio de nadie, pero para mí también empiezan las clases, y no voy a poder atender el blog tanto como querría. No sé con cuánta frecuencia podré subir textos ni visitar otros blogs, pero sacaré tiempo :)

jueves, 9 de septiembre de 2010

Nuevo "look"

¡Hola gente!
Sí, ya  me he aburrido (qué pronto, ¿no?) del aspecto que le di a mi blog cuando lo creé (hace muy poco).
Me parecía demasiado pasteloso, y, no sé... Me apetecía oscurecerlo un poco.
¿Qué opináis?

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Solo 15 años [Parte 5]


Ya no veo nada. Todo es negro. No hay nadie, aunque oigo voces lejanas enfrascadas en una conversación lenta, pero inquieta. No sé lo que dicen, y, si entiendo alguna palabra, al momento ya la he olvidado.
Mis sueños son siempre historias raras y sin sentido que entremezclan partes de mi vida y mis recuerdos. Normalmente al despertar, nunca me acuerdo de lo que he soñado; y ahora mismo no me acuerdo de lo que estaba pasando hace un segundo. Por lo que imagino que estoy soñando; más aún, estoy a punto de despertarme. Y lo sé porque no veo nada, todo está oscuro. La realidad se va acercando a mí paso a paso, lentamente, con sigilo...
Pero las voces siguen ahí. No, no son voces. Ahora es una sola voz, una sola voz monótona y tensa, que parece hablar sin esperar respuesta. Creo que mi despertador está sonando, aunque no recuerdo haber elegido esa melodía tan sosa para que suene. Y... ¿qué es eso? ¿música? No lo sé, y antes de que pueda pararme a pensarlo, a escuchar mejor, olvido lo que acabo de oír y sigo a oscuras, aunque la voz no cesa. 
Con la leve conexión que me une a la realidad me doy cuenta de que esta situación me incomoda. Quiero despertarme, pero me cuesta. ¿Qué hora es? ¿Por qué el despertador no suena como siempre?
Así que, no sé ni cómo, me concentro en esa parte que me une a la realidad, e intento agarrarme a ella con fuerza. Poco a poco, muy poco a poco, noto que la oscuridad se disuelve, y abro los ojos.
Me empiezo a marear, porque veo todo borroso, muy borroso, como si alguien estuviese jugando a baloncesto con mis ojos. Sí, eso es. Veo imágenes muy borrosas que rebotan de un lado a otro de mi cabeza, tan rápido que ni siquiera puedo fijar la vista en ellas para identificar lo que tengo delante. Mientras, un zumbido similar al de una abeja y una televisión sin sintonizar, a la vez, inunda mis oídos.
Pero no me rindo ante esta sensación tan desagradable y fuerzo mis ojos a que trabajen como es debido.
Y la imagen se va aclarando.
Todo es blanco. ¿O color crema? Y un borrón azul a mi izquierda debe ser una ventana. Ajá... Y... Sí, a mi derecha hay dos grandes rectángulos grises. Eso serán puertas, ¿no?
Pero... Bajo la ventana hay un borrón con forma ovalada, que se mueve. La voz procede de ahí.
¿Será una persona?
Cada vez mi visión enfoca mejor. Puedo ver que, en realidad, las paredes son de un color vainilla claro, pero las puertas siguen siendo grises. Estoy sobre una cama, y una sábana y una manta me cubren. Veo mi brazo enchufado con cables a una máquina que emite un pitido regular. ¡Ah! Ya decía yo que mi despertador nunca había sonado así. 
De modo que estoy en un hospital, y enchufada a una máquina. Oh, no.
De pronto me entra el pánico. No sé por qué estoy aquí. No puedo aclarar mi mente en estos momentos. Creo que aún no me he terminado de despertar del todo. ¿Qué pasa si he tenido un accidente y no puedo mover las piernas, o algo así?
Me tranquilizo algo cuando intento mover, con éxito, los dedos de los pies y flexiono ligeramente las rodillas. Al mismo tiempo, un dolor agudo y fuerte en mi vientre hace de mi cara una mueca de dolor, y suelto un quejido más bajo de lo que pretendía. 
El dolor me ha aclarado la mente; ya veo completamente bien. Y puedo ver venir a Pedro. Sí, ese borrón bajo la ventana era él. Ha dejado apoyada en la pared su guitarra. Debía ser él el que tocaba la música que he oído antes. ¿También cantaba? No me acuerdo.
Se ha levantado rápidamente de la silla de apariencia incómoda en la que estaba sentado. Tiene unas ojeras enormes, y está pálido. Lleva una camiseta de manga corta y uno de sus brazos está vendado.
Aunque prácticamente ha saltado de la silla, ahora se encuentra a medio metro de mí, quieto, como si temiera romperme al acercarse.
-¿Laura? -Su voz se quiebra al final, y al oírla (sin estar medio dormida, quiero decir) recuerdo de pronto todo lo sucedido: mis palmeras de chocolate, Pedro pagándolas, el borracho apuntando con una navaja a la cajera, el borracho atacando a Pedro, el borracho acercándose a mí, yo paralizada como una idiota por el miedo,...
-Tienes un aspecto horrible -digo, intentando sonreír. Supongo que no ayudará mucho en estos momentos el que yo me ponga a quejarme del dolor ni a agobiarle con preguntas; bastante mal parece sentirse él, pero el simple hecho de hablar me devuelve esa oleada de dolor, y mi rostro se retuerce.
Pedro, al verme, se arrodilla al lado de la cama, apoya su cabeza al lado de la mía, y empieza a llorar.
-Lo... lo siento tanto, Laura. Fui un imbécil, no lo vi venir. Tuve que haberte sacado de allí, pero él se acercó y... y... cuando te vi en el suelo y... toda esa sangre, yo... yo... Dios, Laura. Creí que ibas a...
Me trago mi dolor todo lo que puedo, y muevo mi mano para levantar su rostro y dirigir su mirada a mí, como él suele hacer conmigo.
-Creo que te dejé bien claro entonces que me alegro de que no me sacases de allí. Gracias a ti esa cajera volverá al trabajo todas las mañanas. Gracias a ti ese tío va a recibir ayuda...
Aunque ya no solloza, las lágrimas siguen cayendo de sus ojos. Pero sonríe.
-¿Cómo puedes ser así? ¿Cómo puedes estar dándome las gracias cuando por mi culpa casi te matan?
-¿Cómo que por tu culpa? ¿Es que no lo entiendes, Pedro? ¡Yo también vi a ese hombre entrar! ¿Qué pasa si hubiese estado sola? ¡Podría haber sido mucho peor! Yo no habría sido capaz de...
-Yo atraje su atención hacia nosotros -me dice, cortándome a mitad de frase, sumido en la tristeza-. Debería haber estado calladito, per...
Ahora soy yo la que le corto, callándole con un beso, que me hace retorcerme de dolor (en mi defensa diré que lo disimulo a la perfección). Pedro tiembla y está tieso. Pero se relaja poco a poco y me devuelve el beso.
Retira su cara, y antes de que le pida nada, me dice:
-Voy a llamar a la enfermera; le pediré que te dé calmantes. -Me da un beso rápido y me sonríe.
En medio minuto la enfermera está en el umbral de la puerta. Oigo como prácticamente obliga (pero de buenas maneras) a Pedro que baje a la cafetería a por un café.
Entra ella sola y me sonríe.
-Espero que no te importe lo que le he dicho a tu novio. Llevas sedada una semana, y él no se ha movido de aquí en todo el tiempo. Ha estado hablando contigo y cantándote canciones.
>El cuchillo, por suerte, no tocó ningún órgano vital. La herida no era tan grande como parecía, pero perdiste mucha sangre. Tuvimos que curarte y coserte el corte, que, por cierto, te dejará una leve cicatriz. Te hicimos una transfusión, y te hemos mantenido sedada. Y, por tu cara, veo que el efecto de los calmantes ha desaparecido, ¿eh?
Y la chica, joven y muy habladora, no deja de contarme cosas rspecto a la gente que ha venido a verme y bla, bla, bla,... Así que desconecto; esa parte ya no me interesa.
¿Que Pedro ha estado aquí todo el tiempo? ¿Hablando conmigo y cantándome? ¿Mientras yo dormía?
El corazón me da un vuelco, recordádome que le amo, y cada vez más. No puedo esperar a que vuelva a mi lado. 
-... así que esta vez te daré unos calmantes menos fuertes, aunque te darán sueño, ¿vale?
Asiento sin hacerle mucho caso mientras veo cómo Pedro entra por la puerta con una taza de café. Juraría que tiene mejor color ahora.
La enfermera se va, dedicádonos una sonrisa pícara. Y Pedro se sienta en la silla, sólo que la coloca al lado de mi cama.
-Así que te has quedado aquí una semana enterita...
Me mira y sonríe un poco mientras deja el vaso de café al lado de una pata de la silla.
-Era lo menos que podía hacer. Laura... -su cara vuelve a mostrar agonía y sus ojos se vidrian - ...¿podrás perdonarme algún dí.a?
-Mmm... sólo on una condición -Pedro se asombra, y bastante. Qué idiota es. ¿Cómo puede pensar que estaría enfadada con él? ¿Por ser la mejor persona que conozco? ¿Cómo se le ocurre la idea de que no le perdonaría?- Cántame ahora esa canción que dice la enfermera que tocabas cuando yo dormía.
Ya tiene color en las mejillas como para ruborizarse; qué mono, le da vergüenza. Pero se levanta y coge su guitarra, me mira a los ojos y dice:
-La he escrito para ti.


(Do) Sólo aprendí a mirar con los ojos
(Fa ) y gracias a ellos, ver las estrellas
(Sol) que pese a ser sumamente pequeñas,
(Mi) tienen fama de ser las más bellas.

(Do) Me dijeron que el tiempo no se para
(Fa) por mucho que lo puedas desear
(Sol) y decidí aceptar esa derrota
(Mi) tras intentos frustados por triunfar.

(Lam) Y apareciste tú...
(Fa) cambiando a color el blanco y negro
(Mim) compartiendo tus alas
(Fa) y así juntos ir alzando el vuelo.

(Lam) Y gracias a ti...
(Fa) volví a nacer en un mundo nuevo
(Mim) vi que todo lo aprendido
(Fa)eran mentiras ingenuas sin dueño.

(Sol) Y...

(Lam) Conseguiste destrozar la fama de esos astros blancos
(Fa) convirtiéndolos en polvo, comparados con el manto
(Sol) de belleza que recubre cada poro de tu cuerpo
(Mim) consiguiendo que cada segundo sin ti sea un infierno.

(Lam) Dejé de lado mis ojos para ver de una manera
(Fa) que no habría sido capaz de ver sin ti ni aunque quisiera
(Sol) pude detender el tiempo disfrutando ese momento
(Mim) en el que rocé tus labios y saboreé tu aliento.

(Fa) Hummm...
(Lam) Mmm... Mmm... Mmm...
(Mim) Mmm... Mmm... Mmm...
(Fa) Mm Mm... Mmm....

(Fa) Hummm...
(Lam) Mmm... Mmm... Mmm...
(Sol) Mmm... Mmm... Mmm...
(Fa) Mm Mm... Mmm....

(Lam) Y no es que quiera decir
(Fa) que mi vida no tuviera sentdio
(Mim) pero tú lo has reforzado;
(Fa) puedo sentir mi cuerpo más vivo.

(Lam) Tengo miles de recuerdos felices
(Fa)a los que recurría constantemente
(Mim) que ahora comparten espacio contigo y
(Fa) con mis ansias de vivir el presente...

(Lam) Haces que sueñe con un futuro largo y duradero
(Fa) dentro del cual, los dos juntos, sobrevolemos el cielo
(Sol) admirando tu sonrisa, tu cabello; esa melena
(Mim) que acompaña a tus dos ojos avellana, que me llenan

(Lam) de ilusiones, sentimientos, pensamientos estrenados
(Fa) con la imagen de tu ser en mis ojos enamorados.
(Sol) Me dan ganas de recorrer todo el universo entero
(Mim) gritando a los cuatro vientos tu nombre junto a un "Te quiero".

(Fa) Hummm...
(Lam) Mmm... Mmm... Mmm...
(Mim) Mmm... Mmm... Mmm...
(Fa) Mm Mm... Mmm....

(Fa) Hummm...
(Lam) Mmm... Mmm... Mmm...
(Sol) Mmm... Mmm... Mmm...
(Fa) Mm Mm... Mmm....

Pedro no ha dejado de mirarme en todo el rato, con el rostro cada vez más relajado. Ahora me sonríe.
-¿Te ha gustado?
He mojado todo mi horroroso camisón de hospital. Las lágrimas siguen bajando por mis mejillas.
A la mierda el dolor y la vía intravenosa. Le abrazo y beso antes de que los calmantes me adormilen otra vez.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Solo 15 años [Parte 4]

Estoy casi seguro de que no habrá pasado ni un minuto desde que ese tío ha entrado por la puerta, jodiéndome la tarde. Pero está siendo el minuto más largo de mi vida.
Y lo peor de todo es que lo he visto venir. Soy un imbécil. Y no he hecho nada para sacar a Laura de aquí.
He estado pendiente de ese hombre antes incluso de que entrase en la tienda, viéndolo a través de las ventanas. No dejaba de mirar con una cara que no sabría describir a la chica que nos estaba atendiendo hace solo unos instantes. Me ha dado mal rollo desde entonces. "Tranquilo. Solo es un tipo que se habrá bebido como una bañera de cerveza él solito. Sí. Estará tan borracho que no podrá ni andar". Y justo antes de terminar de tranquilizarme a mí mismo, el tío ese se ha acercado dando tumbos, con la vista clavada en la cajera. Puaj, por su olor deduzco que se tiene que haber bebido dos o tres bañeras de alcohol. O más. Quién sabe. Estoy demasiado ocupado reprochándome a mí mismo no haber hecho caso a mi instinto como para hacerle un test de alcoholemia ficticio.
Laura está temblando. Mierda.
Conforme el hombre se va acercando dejo las bolsas de comida en el suelo, cerca nuestro, intentando hacer de ellas una barrera entre el borracho y nosotros. Como un niño que se cubre con las sábanas creyendo que, así, sus pesadillas no llegarán hasta él. Rodeo a Laura con uno de mis brazos, y la atraigo hacia mí.
Entonces, a la vez que Laura se pone más tensa, el tío ese se acerca a la cajera y empieza a contarle su vida. O lo que sea. No creo que nadie esté entendiendo nada.
Y el tiempo pasa tan lento... Comienzo a pensar cómo salir de ahí. La situación es realmente incómoda ahora.
Salir de la tienda implica pasar demasiado cerca de aquel hombre para mi gusto, así que lo descarto. Veo que la cajera está pasando de él, y pienso que quizás esa sea la mejor opción. Opción que descarto cuando veo que el muy asqueroso la agarra del cuello y pregunta algo, a lo que la chica responde con todo el tacto con el que es capaz. Aprieto a Laura más contra mí. Esto se pone feo, muy feo.
No, ahora sí que estamos jodidos. El maldito borracho está amenazando a la pobre chica con una navaja. Ella se derrumba y lloriquea por lo bajo. Eso me mosquea.
Antes de pensar en las consecuencias que me pueden traer mis actos, intervengo:
-Eschuche, señor. Puede... puede que ésta no sea la mejor manera de solucionar un problema. - Digo, mientras, con el mayor de los esfuerzos, trato de parecer tranquilo y de no tumbar de un puñetazo a ese loco.
Entonces me doy cuenta, sin pararme a escuchar lo que me contesta el muy asqueroso, de que me estoy atrayendo su atención hacia nosotros. Hacia Laura, que está a mi lado. Oh, no. Mierda.
Se acerca y me pone la navaja en el vientre. Me da igual, soy secundario. Pero como se acerque a Laura...
Ella empieza a llorar, la veo de refilón, y ello me hace sentirme peor conmigo mismo y mucho más mosqueado con ese tipo.
Me doy cuenta de que la cajera ha marcado un número en el teléfono. Estará llamando a la policía. No... Demasiado lento. Para cuando lleguen a saber qué se encontrarán.
Alcanzo a ver que la gente o se ha escondido o no pretende ayudarnos directamente. Genial, estamos solos.
Despacio, y mientras mantengo la apariencia de serenidad, voy colocando a Laura detrás de mí, muy poco a poco. No dejo de mirar a ese tío a los ojos. Inspiro profundamente, y trato de recordar lo que el borracho me acaba de decir. Pero no me acuerdo.
-Oiga, no creo que apuntarme con una navaja le vaya a traer nada bueno -"el tono de voz, Pedro, controla el tono de voz...", me digo, y sigo escondiendo a Laura, a la vez que pongo cierta distancia entre el borracho y yo. Distancia que no llegará al medio metro.- Alguien podría salir herido, y eso podría causarle problemas -creo que en este momento mi voz calmada se entremezcla con la rabia sutilmente, sonando mi última frase como una amenaza en vez de como un consejo.
Esto desconcierta al hombre, el cual parece, por un momento, estar pensando en lo que le he dicho. Entonces su mirada se desliza rápidamente de mi rostro al de Laura, y vuelve al mío con la misma rapidez. "Oh, no. Eso sí que no".
Me mira mientras su cara se desfigura en una horrorosa mueca, cutre imitación de una sonrisa.
-Peeh... pehro... ¿quéh passsa si quieghro phroblgemas?
Y no lo veo venir. Con una rapidez que no creía posible en una persona hebria, me acuchilla el brazo derecho, debajo de la axila. Dejo de mirarle un segundo para dirigir la vista hacia la gran cantidad de sangre que brota de mi herida. Exclamo un alarido como prueba del punzante dolor que recorre mi brazo entero.
Y ese segundo le basta al muy cabrón para acercarse lo suficiente a Laura como para herirla a ella también. La forma en que la mira y las intenciones que delatan sus gestos callan mi dolor, para concentrarme por completo en matar a ese tío si hace falta.
Laura no se mueve, está paralizada. La expresión de su cara es de puro miedo. El borracho lleva la navaja bien agarrada, y apunta a Laura en el mismo lugar del vientre en el que me estaba apuntando a mí hace unos segundos. Veo cómo aleja un poco el brazo armado, para coger impulso.
Y le doy el puñetazo más fuerte que nadie habrá dado. Noto cómo mis nudillos destrozan por completo su nariz. Puedo hasta oírlo. Seguro que me he roto algo yo también.
El borracho cae al suelo inconsciente, y no tardo nada en quitarle la navaja de la mano. El cuchillo está completamente lleno de sangre, más de la que ha derramado mi brazo. Entonces se detiene el tiempo, y noto cómo mi pulso retumba en mis oídos al darme cuenta de que esa sangre no es mía.
Laura está en el suelo. Su rostro está tan pálido como la nieve, y me mira con una mezcla de alivio y dolor. Sus manos están llenas de sangre y colocadas sobre su vientre. Un pequeño charco rojo comienza a formarse bajo ella.
Me agacho rápidamente hacia ella y la cojo entre mis brazos. No siento el dolor de mi herida, aunque la sangre gotee ahora de ella. No existe. Solo está Laura; tan pequeña e indefensa. Laura llena de sangre. Llena de sangre por mi culpa.
-Laura, lo siento. Joder, cuánta sangre... Pero tranquila, ya han llamado a la policía; no tardarán en venir. Verás que esto no es nada. Dicen que la sangre es muy escandalosa; siempre hace que las heridas parezcan peores...
-P..Pedro... Lo... lo has hecho genial. -Casi es incapaz de acabar la frase. No puede dejar retorcer el rostro a causa del dolor.- Me duele... -dice ahora en un susurro, tratando de contener el dolor, sin éxito.
Veo borroso; las lágrimas ocupan todo mi campo de visión.
- Lo siento tanto, Laura. Debería haberte sacado de aquí antes...
Ella niega con la cabeza en un gesto casi imperceptible.
-N..no digas eso. -Tiene el rostro perlado de sudor, y respira de manera irregular. Cada segundo que la observo me rompo por dentro, me siento destrozado, como si me estuviesen quitando el aire conforme el color desaparece de sus mejillas.- De no ser... por ti... esa chica -y señala lenta y débilmente a la cajera, que habla atropelladamente e histérica por teléfono, avisando, seguramente, a una ambulancia- no estaría viva... -Acaba la frase en un susurro muy bajo, y, pese al dolor, me mira y sonríe.
Mis lágrimas caen sobre su rostro. Percibo cómo las pocas personas que quedan en el local nos observan, sin saber qué hacer. Y a mi se me escapan las ganas de vivir mientras la chica que amo se va apagando ante mis ojos. Laura, esa chica preciosa y feliz a la que he estado adorando en secreto tanto tiempo. La misma Laura que he soñado tener entre mis brazos... Pero no de esta manera, cubierta de su propia sangre por culpa de un loco de mierda armado y porque soy gilipollas.
-Sí, Laura, pero tú, ¿qué? Mira... mírate... es por mi culpa, no te he protegido, soy un imbécil y... no sé qué puedo hacer... -Mi voz se entrecorta por los sollozos.
Ella, pese a que, seguramente, estará haciendo un esfuerzo sobrehumano, posa una de sus delicadas y ensangrentadas manos en mi mejilla, y dirige mi mirada hacia la suya.
-Mientras pueda ver... esos preciosos ojos tuyos... estaré bien. Te... quiero.
Y nada más decir eso, su mano se desploma y sus ojos se quedan en blanco.

lunes, 30 de agosto de 2010

Solo 15 años [Parte 3]

-Entonces, ¿quieres dos palmeras de chocolate y una botella de un litro de batido de vainilla para ti sola? -me pregunta después de dirigir su mirada hacia la sección en la que éstas se encuentran, con sus gruesas cejas bien alzadas y arqueadas, sorprendido.
-Tengo hambre, ¿vale? -digo a la defensiva, con un tono de voz entre fingida molestia y exagerada inocencia. Refuerzo esa impresión encogiéndome de hombros.
Me sonríe y se acerca a mí. Coloca sus manos en mis mejillas y me atrae suavemente hacia él, con dulzura. Me mira a los ojos, y nada más. En ellos puedo verlo todo. Las luz de los fluorescentes colocados a unos dos metros sobre nuestras cabezas, repartidos de forma regular por todo el supermercado, refleja en ellos, dándoles una tonalidad que, bajo otras circunstancias, no tendrían.
También veo el reflejo de una señora que se encuentra a mis espaldas y que se ha detenido, con su carrito de la compra rebosando, para mirarnos con una explesión tierna en el semblante.
Pero me doy cuenta de todo esto sólo en parte, porque mi atención está fija en el chico que está dedicando unos momentos de su vida a mirarme a mí, a los ojos.
Y es que no consigo acostubrarme al hecho de que estemos juntos. Y es mucho mejor de lo que jamás podría haber fantaseado. Es una sensación única. Un continuo estado de ánimo que me embriaga por completo las 24 horas del día. Sí, hasta en todos mis sueños aparece él. Siempre.
Pero lo mejor de todo es que veo en sus ojos que todo esto que siento por él, él lo siente por mí. Y darme cuenta de eso cada vez que le miro a los ojos consigue que me sienta como y se me estuviesen pasando los efectos alucinógenos de alguna sustancia y, de pronto, me inyectasen en vena litros y litros de ella otra vez. Y es maravilloso.
Su rostro está ahora relajado y sonriente; es la felicidad personificada. Supongo que el mío tendrá un aspecto parecido. Y sí, lo confirmo al ver en sus ojos el reflejo de mi cara.
-Creo que este es un buen momento para seguir fingiendo que no estamos mal de la cabeza y continuar actuando como personas normales -me susurra Pedro, pero sin moverse ni un ápice.
- Mmm... Sí, eso creo...

-Son 3 euros con 50 -dice la cajera.
Es lo que nos cobra por 4 palmeras de chocolate y dos batidos de vainilla (Pedro decía que él no iba a ser menos que yo). Me dispongo a extraer el dinero del bolsillo, cuando veo que Pedro saca la cantidad exacta con rapidez y se la entrega a la cajera.
-Esto no es justo, Pedro. Te voy a arruinar. -le digo con sentimiento de culpa, pero con una sonrisa mal disimulada. El hecho de que me invite a todo consigue que me vuelva más loca por él.- ¿Cuántas meriendas me has pagado ya?
-¿Acaso importa? -me dice sonriendo mientras mete la comida en bolsas y me sujeta la mano en la que tengo el monedero, como medida para evitar que pague mi parte.
Antes de que pueda contestarle, me llama la atención un hombre, el cual está entrando en el establecimiento tambaleándose ligeramente. Lo tendréa unos 3 metros de distancia, pero el hedor a alcohol ya me ha alcanzado. Está borracho como una cuba.
Todo el mundo le mira ahora. Tiene un aspecto horrible, aunque vaya vestido de una manera que no encaja con el patrón de "gente propensa a emborracharse" que yo tenía en mente. Pero sus ropas están arrugadas y algo sucias.
Noto tensión en el ambiente, y el corazón empieza a bombearme más deprisa. Sí, sé que no pasa nada, pero suelo ponerme nerviosa con poca cosa; cuando algo no va como tiene que ir. Pedro ha dejado las bolsas de la comida en el suelo, cerca de nosotros, y, aunque está deteniendo la cola de pago al quedarse quieto, no se mueve y se acerca a mí, poniendo uno de sus brazos alrededor de mi cintura, de modo protector. Habrá notado mi nerviosismo.
El borracho se acerca a la cajera que nos atiende a Pedro y a mí y empieza a decir una serie de frases incomprensibles y deduzco que sin mucho sentido, entre las que se ríe y tose. La cajera se muestra evidentemente incómoda; no sabe qué hacer. Así que decide seguir cobrando productos a la señora que está detrás de nosotros.
El hedor del aliento de ese hombre es horrible. No puedo ni imaginar todo lo que se habrá bebido. Éste, al ver que la chica a la que está dirigiendo su discurso no le hace caso, la agarra del cuello de la camisa y la acerca a él violentamente. Su mirada da miedo; está a medio camino entre la locura y la maldad. ¿Serán los efectos del alcohol o es que ese hombre no es de fiar? No me da tiempo a seguir pensando sobre ello. Me aprieto más aún contra Pedro cuando ese hombre comienza a hablar, pronunciando mejor esta vez.
-¿Pohr qué no m... me hacc... ces caso? -dirige esta simpe frase hacia la cajera, cuyo rostro es una máscara de terror.
-Oiga, señor... le... le voy a tener que pedir... que me suelte. Me... me está haciendo daño. -Debajo del temblor, fruto del temor, de su voz, puedo percibir la mesura que esta chica está haciendo sobre sus palabras. No, no creo que sea buena idea cabrear aún más a este tipo con una respuesta mal pensada.
Pero es ahora cuando el corazón se me dispara, queriéndoseme escapar. Ahora que ese tío ha sacado una navaja abierta de su bolsillo. Ahora que la aproxima al cuello de la pobre chica.
Noto cómo Pedro estrecha su brazo a mi alrededor.
-¡Y yo te voy a pedirh que te callges, maldita puta mmmm... maleducahda! -ese asqueroso hombre ha puesto ahora en contacto la hoja de la navaja con el cuello de la chica. Su mirada es más desquiciada que antes todavía. Ella lloriquea tímidamente.
-Eschuche, señor. Puede... puede que ésta no sea la mejor manera de solucionar un problema -dice, ante mi asombro, Pedro. Su rostro muestra tranquilidad y seguridad. No sé cómo lo hace.
El borracho no cambia su expresión, y dirige su mirada, sin soltar a la chica, hacia Pedro.
-¿Quién ha dihhhcho que haya... un pgroblemah?
La dependienta mira a Pedro como quien ve a un ángel. Pedro hace lo mismo que ella y mide sus palabras.
-Me temo que... puede usted estar incomodando a la señorita. Además, no es muy correcto por su parte apuntarle con un arma.
El borracho se mosquea más, su cara muestra rabia, y, aparta la najava de la chica.
-Bueno... ¿y quéh teh pagreceh si... -acerca la navaja al vientre de Pedro- si te apuhnto a ti?
Ruedan lágrimas por mi cara. Estoy aterrorizada, y no puedo moverme. El miedo me ha paralizado. No, no puede hacerme esto. ¿Cómo se atreve a poner en juego la vida de Pedro? Si le pasase algo... Yo... No puedo moverme. Lo intento, de verdad, pero algo me ata en mi sitio.
El resto de la gente o se ha escondido por el establecimiento, o está llamando a la policía, o sigue observando, incapaz de moverse como yo, pero nadie nos ayuda. Me siento inútil, débil, pequeña.
Pedro, por el contrario, sigue actuando con tranquilidad, fingida tranquilidad, ya que noto la tensión en su cuerpo.

sábado, 28 de agosto de 2010

Eclipse de emociones


























¿Cómo encontrar modo alguno
de liberar al joven ruiseñor
cuando, indeciso por propio temor,
no ve momento oportuno?

Ansioso, antes del futuro,
deseaba pasar su lento tiempo
confiando su cantar sólo al viento
ahogando su interior puro.

Ahora, el futuro ha llegado
indeciso, el ruiseñor lo observa
a la vez que florece la hierba;
pero su luz ya ha diezmado.

Y un eclipse de emociones
rellenando su glorioso pecho
consigue eliminar con provecho
flores rojas, ilusiones.

sábado, 21 de agosto de 2010

Solo 15 años [Parte 2]

-Oye, ¿conoces a esa chica?
Es lo primero que oigo salir de la boca de Claudia, después de darme una bolsa cuyo contenido acaba de comprar en esa tienda. Tiene el entrecejo fruncido; parte de su cara de incomprensión.
Sorprendido en cierto modo ante esta pregunta, detengo mis pasos (los cuales, por cierto, me llevaban a casa de vuelta de la calle de tiendas del centro) para girarme en la dirección que me indica su mirada.
Pero mi sorpresa aumenta al verte a ti. Ahí. Parada, en medio de la calle. Mirándome. Mirándonos. A los dos. A Claudia y a mí. Juntos.
Mierda.
-Espera un momento... -acierto a contestarle mientras, distraído completamente, sin capacidad para darme cuenta de si ella me ha dicho algo más, me decido a cruzar la calle y acercarme a ti. Pero tú ya no estás ahí. Te has ido corriendo después de mirarme de esa manera... Como si te faltase el aire; como si te lo hubiese quitado yo.
Más mierda.
Echo a correr detrás de ti, sin ni siquiera escuchar a Claudia, que está chillándome mosqueada. Ya me disculparé.
Sin pararme a pensar que he ensayado mil veces cómo acercarme a ti, hablarte. Y que nunca me había atrevido. Pero ya estaba decidido; mañana iba a ser un día especial. Pero no importa. Ahora me importa una mierda estropear lo de mañana y no seguir el guión. No. Me da igual. En estos momentos no me acuerdo de nada. No tengo dudas. No puedo dejarte ir así. Tengo que explicarme. Necesito explicarme.
Pero... ¿Por qué? No eres nada mío. No tengo derecho a seguirte. Debo parecer un acosador; un obsesionado.
Pero me da igual. Te quiero. Sí, te quiero. Joder que si te quiero; y creo que desde que te vi. Exactamente, desde hace 5 años, 3 meses y 17 días. Cómo no iba a recordar el día en que te vi por primera vez.
Sí... Entraste en clase de las últimas, era el primer día. Te apartabas tu oscura y larga melena de la cara, dejándome así ver tus preciosos ojos color avellana. Creo que se te cayó una carpeta que llevabas en la mano. Te agachaste a recogerla. Y al ponerte de pie otra vez, me miraste. A mí. A los ojos.
Desde entonces estoy loco por ti. Y creo que estoy tan loco por ti que empiezo a imaginarme, a ratos, que me correspondes.
Lo que nunca me ha permitido decirte nada es que no tengo tanta confianza en mí mismo como para pensar que de verdad podrías sentir algo por mí. Pero más de cinco años así me superan. Joder, tengo que soltarlo ya, decírtelo. A pesar de que lo más seguro es que me rechaces. En fin, tengo pensada hasta la forma de actuar para ese caso.
Corro más despacio. Sé, al ver la dirección por la que te encaminas, que vas tu casa. Sí, sé dónde vives. Cómo no lo iba a saber. ¿Que cómo lo sé? Descubrí que vives cerca de la cafetería en la que trabajo en verano. Sí... Desde entonces me paso casi todos los turnos empanado mirando a través de la ventana. Mi jefe me ha llamado varias veces la atención...
Espera...
Me detengo, al darme cuenta de una cosa.
¿Por qué has reaccionado así?
No tiene sentido. Creía que no te habías fijado en mí nunca.
Entonces... ¿Por qué te has ido corriendo?
Cuando me quiero dar cuenta, estoy en medio de la calle, parado, con una sonrisa de oreja a oreja.
¿Te gusto?... ¡Te gusto! Sí. No puede haber otra explicación. ¿Por qué si no has reaccionado así?
Mi sentido común quiere apoderarse de la situación, forzándome a creer otra vez que no puede ser cierto; será un malentendido. Pero es demasiado tarde. El pulso ya se me ha disparado y, cuando me quiero dar cuenta, estoy corriendo otra vez.
Y aprieto el paso, con el corazón saliéndoseme de la boca.
Tras un par de minutos, estoy en tu portal. Voy a llamar a tu puerta a través del portero automático, pero te oigo. Te oigo llorar. Y te veo ahí sentada, escondiendo la cara entre tus piernas.
Me siento fatal por verte así. Se me hace un nudo en el estómago. Aunque, a la vez, una oleada gratificante de calor me recorre todo el cuerpo, cuando me vuelvo a plantear la maravillosa posibilidad de que estés así por mí.
Golpeo la puerta sin pensarlo.
Levantas la cabeza en mi dirección, y automáticamente dejas de sollozar, aunque las lágrimas siguen corriendo por tus mejillas. Con expresión contrariada, te levantas, dubitativa, y te acercas a abrir la puerta.
-Feliz cumpleaños -te digo mientras extiendo hacia ti esa bolsa con la que Claudia me ha cargado.
Me miras extrañada, sonrojada, y luego, sonriente. Diría que también avergonzada; no creo que te haya echo mucha gracia que te encuentre así. Pero te encuentro tan preciosa como siempre, y, al pensar en ello, el corazón me late, si cabe, aún más rápido. Te devuelvo la sonrisa más sincera que, seguramente, jamás habré regalado a nadie. Apostaría lo que fuera a que mi cara de bobo en estos momentos no tiene precio.
-Y..yo... -balbuceas mientras, lentamente, accedes a coger la bolsa. Los ojos te brillan de pronto, y mis ilusiones apuestan por que no es a causa de las lágrimas.
La abres, despacio, como si tuvieses miedo de romperla. Sacas de su interior un CD de música. Lo miras, me miras, y vuelves a sonreír.
-Yo, esto... Sabía que te encanta este grupo, pero yo no sé nada sobre ellos. Y como sabía que mañana es tu cumpleaños, he decidido regalarte algo especial. Pensaba esperar hasta mañana, pero, eh..., bueno..., creí,al verte, que este sería un buen momento. Además, así seré el primero en darte tu regalo... -Noto que más rojo no puedo ponerme ya. Seguro que no estás entendiendo ni una palabra de lo que digo. Me rasco el pelo nervioso, y evito tu mirada. "Joder, tío, así vas mal. Relájate, respira hondo, vocaliza, habla más despacio, y ¡mírala a los ojos!" Y lo intento- Ehh... Me parece que este es el CD nuevo. Además, es la edición especial. Por eso Claudia me ha ayudado a elegirlo. Me dijo que ella lo compraría. A ella también le encanta ese grupo. Lo cierto es que me agobian las tiendas. Cuando nos has visto, yo la esperaba fue...
-¿Cl... Claudia?
Tu expresión cambia a tristeza pura en cuanto nombro a Claudia. Y mi corazón se dispara como un caballo loco. A la mierda la voz pesimista de mi conciencia. Me quieres. No me lo puedo creer. Me quieres. Estás dolida por haberme visto con otra chica. Me quieres...
Sonrío, y ahora sí que te miro a los ojos profunda y directamente, rebosante de felicidad y confianza en mí mismo.
-Laura... Claudia es mi prima.
Entonces dejas de mirar el CD, para mirarme a mí. Y sonríes. "A la mierda mi sentido común". Y como ya no aguanto más, antes de que puedas decir nada te beso. Por fin. Después de desearlo durante años, te beso. Tú sueltas el CD, que cae con estrépito al suelo. Y me abrazas, me abrazas del mismo modo en que, ahora que me doy cuenta, te estoy abrazando yo a ti.
-Ah... Por si aún no lo habías adivinado... Te quiero -susurro a tu oído. Y sueltas una risilla encantadora, que nunca olvidaré.
Te suelto, para poder mirarte, y te limpio las lágrimas de la cara. Creo que me va a dar un infarto. Sonrío como un idiota.
-Yo también te quiero, Pedro. Y éste es el mejor regalo que he recibido en mi vida. -Me contestas.
Y en ese momento descubro que nada conseguiría hacerme más feliz en estos momentos.

Solo 15 años [Parte 1]

Siempre te he querido. Siempre. Lo he llevado por dentro, escondido de ti. Lo sabían mis amigas, lo sabía hasta mi hermano, pero no creo ni que lo sospechases.
Tantos años viéndote en el colegio, admirando tu belleza y tu sonrisa, incluso cuando llevabas brackets; tu pelo encrespado y alborotado, color marrón chocolate; tus ojos verdes, vivos e infinitos, que reflejan la luz del sol que entra todas las mañanas por la ventana que hay junto a tu pupitre; tu cuerpo delgado y sin muchos músculos; tus manos grandes, con los dedos llenos de heridas por morderte las uñas; admirando incluso el modo en que te mueves. Siempre me has gustado. Incluso cuando estuviste lleno de granos. No me importó. Y no me importa ahora.
Es extraño. Nunca pensé, incluso viéndote día a día, que se podría estar realmente enamorada con quince años. De verdad que creí que ese sentimiento tan grande no podía entrar en un cuerpo tan joven. Siempre pensé que las chicas de las novelas, de las series de televisión y que incluso mis amigas exageraban cuando decían que se habían enamorado de un chico. <<¡Qué absurdo!>> solía pensar. Pero ya no. Ahora ya no lo pienso. Y sé que estoy enamorada, porque me imagino teniendo un futuro contigo, cumpliendo esos votos del matrimonio, viviendo junto a ti aunque estuvieses en silla de ruedas, te faltase un brazo o tuviese que pasarme el resto de mi vida durmiendo en el sofá de la habitación del un hospital, porque hubieses entrado en coma. Lo pienso y veo que sería capaz de hacer muchas cosas por ti que no me imagino haciendo por nadie más. Y me doy cuenta ahora, en este mismo instante, en el que te veo ahí, al otro lado de la calle, apoyado en la pared y mirando distraído al otro lado de la acera, con las manos metidas en el bolsillo de tu sudadera verde, esa que te queda tan bien.
Me encantan tus vaqueros desgastados y tus Converse. Es algo que siempre me ha gustado de ti, que no vistes como los demás. No, definitivamente no. El resto de chicos llevan los pantalones caídos, enseñando los calzoncillos y con cinturones con hebillas enormes. Por no hablar de sus cordones desatdos. Ese estilo nunca me ha gustado. Pero tú nunca has sido así, qué va. Siempre has vestido normal, como un chico, no como una copia del resto.
No sé si es por paranoia, pero ha habido veces en las que he llegado a creer que te gustaba. Y la verdad es que no lo tengo claro. En fin, no soy ninguna chica especial, las hay mucho más guapas y más delgadas y más estilosas y... En fin, mejores que yo. Por eso cada vez que pensaba que me estabas dando algún tipo de señal (muy sutil siempre; eres tan tímido como yo) deshechaba esa idea. Simplemente no lo veo posible. Es verdad que ha habido chicos interesados en mí, pero ninguno que me gustase. Y nunca he salido con nadie. Eso hace que tenga aún menos autoestima, que me sienta inferior al resto, con menos posibilidades. Y por eso nunca he intentado decirte nada, porque me da vergüenza. Te veo todos los días en clase, y sería horrible para mí aguantarlo si me dices que no.
Cada vez que veo que hablas o coqueteas con otra chica, me llega al alma, me rompe por dentro. Me deprimo en cuestón de segundos, y se me va la sonrisa de la cara al verte sonreír con otra. Eso borra todo rastro de duda sobre si te puedo atraer lo más mínimo. Y lo peor de todo es que no te das cuenta de todo lo que me importas. De que sé qué día es tu cumpleaños, tu color favorito, tus grupos de música preferidos, todas y casa una de las mudas de ropa que tienes, en qué trabajan tus padres, cuántos años tiene tu hermana y en qué calle vives. Tampoco te das cuenta de que, cada día, me giro cuando te veo pasar delante de mí al salir del colegio, y te sigo con la mirada hasta que giras la esquina de la calle y desapareces. También observo esa esquina todas las mañanas esperando verte aparecer por ella, para poder caminar delante de ti haciendo como si no te hubiese visto, y así conseguir que, aunque sea por unos segundos, te fijes en mí.
Cada vez que empieza el curso, lo que hago es repasar la lista de gente de mi clase para ver si estás en ella. Eres la primera persona a la que busco con la mirada todas las mañanas al entrar en clase, y la última a la que miro al salir de ella.
Y, pese a todo esto, he intentado olvidarte, porque sé que es lo que me conviene y porque sé que no tengo posibilidades. ¿O quizás sí?
Pero hoy, por fin, lo veo claro. Se me está acelerando el corazón, señal de que realmente me propongo hacer eso que se me ha pasado por la cabeza. Y lo voy a hacer; para una vez que estoy segura de algo, lo voy a hacer.
Me arreglo un poco el pelo y me aliso la ropa. Miro mi reflejo en el cristal de un escaparate para asegurarme de que no estoy manchada ni nada por el estilo. Y me decido a cruzar al otro lado de la calle, para llegar hasta ti y decirte de una vez que, sí, estoy enamorada de ti.
Aún no me has visto acercarme, y acelero el paso, sonriendo ampliamente, cada vez más segura, más decidida. Por fin hoy voy a decirte todo lo que siento, todo lo que me llevo callando estos cuatro años, todo contra lo que he intentado luchar y esconder, y, por fin, voy a poder sentirme libre. Pero se me hiela la sangre en las venas, me viene un sabor extraño a la boca, el sabor que tendría el veneno vaporizado. El aire se me escapa de los pulmones, y me da un vuelco el corazón tan grande que no entiendo cómo es que nadie lo ha oído. Todas mis esperanzas rotas. Toda mi ilusión a la basura. Me siento estúpida, ridícula, mediocre, despreciable.
Te has despegado de la pared de un brinco, sonríes de una forma que nunca había visto en ti. Has visto a alguien. Es una chica. Una chica que sale de una tienda. Morena y con los mismos ojos verdes que tú. Es preciosa. Perfecta.
Ella también sonríe. Te acercas a ella sonriendo. Le das un beso en la mejilla y ella te da una bolsa. Ella te dice algo al oído y entonces, antes de seguir andando, te giras en mi dirección y te quedas mirándome, con una expresión extraña escrita en tu rostro. Supongo que será por la cara que se me ha quedado, pero estoy demasiado deshecha para poder pensar qué será exactamente lo que esa cara quiere decir. Ni siquiera me esfuerzo por disimular; me doy la vuelta sin intentar decirte nada o justificarme y, intentando no caerme a trozos, me alejo tambaleante y con paso ligero mientras enormes lágrimas caen de mis ojos hasta el suelo. Cuando giro la calle, acabo corriendo y sollozando al mismo tiempo, hasta que llego a mi portal, entro y cierro la puerta. Y me quedo sentada en las escaleras, llorando en silencio y desconsoladamente. Siento la boca seca y no puedo tragar para arrancarme el nudo de la garganta, que me está ahogando.