jueves, 23 de septiembre de 2010

El juego del 4

Bueno... He sido nominada por Hannih (gracias por acordarte de mí ;) ), así que... ¡allá voy!
Las reglas del juego del 4 son:

1. Una vez nominad@ tienes que poner el link del blog que te ha nominado.
http://soul-andheart.blogspot.com/2010/09/me-nominoo-gabii.html

2. Nominar a cuatro personas:
Existencia
SoMbReReRa^^
ℓυz є¢ℓιρѕα∂α
Melia

3. Hacer saber a esas personas que las has nominado ( ahora mismo).

4 Cosas que siempre llevo en el bolso:
-El móvil.
-Las llaves de casa.
-Compresas.
-Un poco de dinero.

4 Cosas favoritas de mi habitación:
-El color amarillo de las paredes.
-Mis libros.
-Mis pósters (Mmm...).
-Su tamaño (no es grande, pero tampoco pequeña =) ).

4 Cosas que me gustan ahora mismo:
-El lugar en el que vivo.
-Las películas.
-La música.
-Los libros.

4 Cosas que siempre he querido hacer:
-Tirarme en paracaídas desde un avión.
-Poder llevarme todo lo que quiera de todas las tiendas que quiera sin pagar (pero creo que eso es un delito... :( ).
-Tener una piscina llena de crema de chocolate.
-Ser millonaria.

4 Cosas que no sabías de mí:
-Me gusta ver películas y leer libros tristes y luego llorar sola desconsoladamente.
-Cuando no hay nadie conimgo, hablo sola (¡pero no estoy loca!)
-En el futuro, me gustaría ser escritora y ganarme la vida con ello (aunque no lo seré).
-A veces me vuelve a apetecer jugar con las muñecas que tenía de pequeña, pero ya no las tengo (¿es algo raro?)

4 Canciones que no me puedo quitar de mi cabeza:
Love the way you lie
With me
Sultans of Swing
Airplanes


martes, 14 de septiembre de 2010

¿Ya?

Ya he terminado de escribir Solo 15 años. Sé que ha sido una historia corta, pero he de decir que, en realidad, tenía escritas desde hace tiempo las dos primeras partes, y no esperaba que la historia avanzase más allá de ellas.
Escribí la primera parte una tarde. Y, cuando la acabé, me di cuenta de que no podía dejarlo así. Quería mostrar también los sentimientos de la otra parte (Pedro).
Y, bueno... Se me ocurrió completar un poco más la historia, añadiendo incluso una canción que he escrito yo (las letras que hay entre paréntesis antes de cada verso son acordes de guitarra).
Espero que os haya gustado; no había escrito nada antes de esto.
Subiré más relatos, pero no sé con qué frecuencia.
Gracias por leerme :)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Solo 15 años [Parte 6]

-No abras los ojos... aún.

Durante la semana en la que Laura estuvo inconsciente, tuve mucho tiempo... Demasiado. 
Demasiado tiempo para torturarme. Básicamente. Y no me moví de esa silla.
Pensé en ese día, ese maldito día en el que casi me la quitan. No, borra eso. Pensé en el día en el que casi la mato. Porque fue culpa mía. No importa lo que diga ella; no importa que me haya perdonado; no me lo merezco. 
Esa semana fue, con diferencia, la peor de toda mi vida. Creo que no dormí ni 15 horas en total. Sólo la miraba y pensaba, pensaba,... Yo con un simple rasguño en el brazo, y ella sedada hasta las cejas y con litros de sangre de otros corriendo por sus venas porque fui tan gilipollas de no sacarla de allí y no protegerla de ese tío y... y...
Cuando me recriminaba todo lo habido y por haber a mí mismo, me sentía un mierda y me quedaba mirando el techo, hasta que los ojos se me cerraban y... Me dormía. Y el peso de mi cabeza hacía que me la golpease contra la pared. Despertándome con dolor de cabeza y con la visión del ser más perfecto que he visto nunca roto, débil y deshecho frente a mí, rodeado de cables y máquinas que pitan y sábanas de hospital... Y vuelta a empezar.
Al tercer día mi madre, desistiendo ya de hacerme ir al instituto, me trajo mi guitarra. "Para que te distraigas, y a ella también" dijo. Y comencé a combinar mi tortura continua y mis breves cabezadas con la distracción de mi instrumento favorito. Toqué y toqué (las enfermeras no me permitían hacerlo de noche, momento en el que tenía las pesadillas más breves (por los cabezazos) y vívidas que he tenido en mi vida (sangre, la mirada desquiciada del borracho y su cuchillo, a grandes rasgos)) y no me detuve aunque me saliesen llagas, me rompiese las uñas y la garganta se me inflamase por cantar y llorar a la vez.
Por esa habitación pasó mucha gente. Sus padres, su hermanito Samuel, sus amigas, otros parientes,... Pero lo recuerdo como un sueño borroso. Como si fuese yo el que estaba inconsciente. Supongo que estaba tan encerrado en mí mismo que no veía lo demás. Bueno, sólo a Laura. 
En lo que respecta a ellos, creo que intentaron hablarme, y no sé si les contesté con algun monosílabo coherente, pero poco más. 
Pero, finalmente, se me ocurrió una cosa. Una compensación. Sí, sé que aunque baje la Luna para Laura, no mereceré su perdón. Pero necesito hacer algo. Intentar convencerme a mí mismo de que haré todo lo que haga falta para merecer que me mire una vez más. Sólo eso.

-Pedro... No voy a ver nada de todos modos. No con esto tapándome los ojos. 
Laura está emocionadísima. No ha dejado de reírse en todo el camino. Bueno, al igual que el resto de la gente en el autobús. Les habremos parecido una pareja de lo más encantadora. Y yo tendré la pinta del novio perfecto, llevando a mi chica con los ojos vendados a algún lugar para darle una gran sorpresa. No tienen ni idea de lo mierda que soy en realidad.
Laura tiene las manos puestas en la venda que rodea su cabeza, fingiendo que se la va a quitar en cualquier momento. Pero sé que no lo hará. Entre otras cosas, porque mis manos aprisionan cariñosamente sus muñecas.
Dice que ya no le duele la herida (ahora convertida en una cicatriz de unos 5 centímetros de longitud), pero no me lo creo. Estoy seguro que me miente pare hacerme sentir mejor. No lo conseguirá.
Tengo la vista fija en lo que se ve a través de las ventanas del autobús, para no pasarnos de parada. Ambos estamos de pie y, cuando el autobús gira o frena, Laura se tambalea y se agarra a mí para no caer, lo que le hace reír más. Es increíble lo contenta que está. Yo finjo felicidad por ella y sonrío cada vez que se gira hacia mí, aunque no me pueda ver. Aunque por dentro siento una mezcla de sentimientos: culpabilidad, enfado conmigo mismo, tristeza,... Pero, sobre todo, amor. Mucho amor. Así que escondo el resto de emociones que, en estos momentos, sobran. No le quiero estropear el día a Laura.
-Podrías darme alguna pista... ¿no? -dice mientras se gira para ponerse de cara a mí. Por un momento separa sus manos de su cara para posarlas alrededor de mi cuello. Acerca su boca a la mía. Su respiración acaricia mis labios.
-Eeh... Tus grandes poderes de seducción no... Funcionarán. -"Sí, genio. Y una mierda" me digo a mí mismo. Me acerco más a ella y poso mis manos en su cintura, corriendo el riesgo de que vayamos los dos al suelo al mínimo giro del vehículo. He cerrado los ojos casi sin darme cuenta, abandonándome al suave sonido de su voz y a su respiración regular. 
Sé que la gente del autobús nos observa; hasta al conductor se le escapan un par de miradas a través del retrovisor. Y ahora mismo hasta oigo risitas desde el fondo. Por un breve instante me doy un respiro y me siento feliz. Y no necesito dinero, ni un deportivo, ni tener a una modelo entre mis brazos. Encontrándome en un autobús con Laura me siento la persona más afortunada de todas.
Ella acerca su boca a mi oído, rozando con su nariz el cartílago de mi oreja. 
-Ah... ¿no?
Su voz es un susurro, y su aliento cálido cosquillea mis sentidos hasta tal punto que casi, casi la ahogo a besos aquí y ahora.
Me siento borracho; drogado por ella. Flotando entre nubes vaporosas. Sí, algo así.
Sus dedos empiezan a dar toquecitos tenues en mi nuca. Ah, sí. Espera mi respuesta.
-Mmm... Sólo puedo decirte que... -ahora soy yo el que se acerca a su oído y susurra:- ...será de película.

-Ya los puedes abrir -digo mientras destapo sus ojos-, elige butaca.
Laura abre los ojos y observa la sala de cine a la que la he conducido. Si está decepcionada no lo demuestra. Su sonrisa sigue ahí, y sus ojos curiosos viajan de aquí para allá observando cada palmo de la sala. Me mira, dirigiendo su sonrisa hacia mí, y alza el brazo, apuntando al centro de la sala con su dedo índice.
-Ahí. ¿Qué vamos a ver?
La beso. No aguantaba más.
-Ya lo verás.

-¿No va a venir nadie más? -Han pasado diez minutos y la sala sigue vacía. Bueno, eso sin contarnos a nosotros. Estoy muy cerca de ella, rodeándola con uno de mis brazos. Las butacas que tenemos al lado están llenas de chuches, palomitas y rerfrescos. Laura (cómo no) ha puesto muchas pegas a que las pague yo, pero, como siempre, he hecho oídos sordos. Si supiera que mi familia tiene tanto dinero como para comprar el cine entero y mucho más...
-No -y antes de seguir la frase le doy un beso en la coronilla-. Es una sesión privada.
Gira su cara hacia mí, dejándome ver la sorpresa que inunda sus ojos. Yo, por mi parte, sonrío con ganas. Verla emocionada como una niña pequeña me devuelve las ganas de ser feliz.
Abre la boca para decir algo, pero la película comienza.
No presto atención a la pantalla. Sé de memoria cada fotograma que va a ser proyectado. Porque esa película la he hecho yo.
Así que me dedico a mirarla a ella.
La miro cuando salen fotos de ella de pequeña intercaladas con algunas mías del mismo tipo... y veo que sonríe.
La miro cuando salen las imágenes de las páginas en las que he escrito durante varios años mis sentimientos sobre ella, mientras mi voz, tanto en la película como en mis labios, recita, sin dejar de mirar su rostro, lo que esas líneas relatan: todo lo que pienso en ella, lo perfecta que es para mí, las veces que me he sentido triste cuando ella también lo estaba o cuando reía por algo que decía otro chico;... y veo que llora.
La miro cuando salen fotos actuales de nosotros; felices, juntos, mientras se superponen a intervalos regulares hojas en las que he escrito mis pensamientos sobre ella desde que estuvimos juntos hasta esa horrible semana, recitándolas al igual que antes... y veo que sonríe y llora a la vez.
Y la miro cuando la película acaba con las cuatro palabras que resumen mi interior: "Lo siento. Te quiero" a la vez que suena de fondo la canción que compuse y canto ahora mismo... y veo que ella me mira y me besa.
-No vuelvas a pedirme perdón por ser la mejor persona del mundo -susurra cuando se separa de mí.

Después de haberla llevado al restaurante más bonito que he encontrado, también vendada (lugar en el que la sencilla orquesta allí presente ha tocado la ya bautizada como "nuestra canción") estoy junto a ella en el concierto de su grupo favorito. He conseguido entradas VIP y estamos bajo el escenario. Laura, cuando ha descubierto a dónde íbamos, se me ha agarrado al cuello de tal forma que casi me tira al suelo. La gente, otra vez, no dejaba de mirarnos y reírse. El cantante la ha sacado al escenario (eso no ha sido cosa mía) deshaciéndose en piropos sobre ella, lo que la ha sonrojado y ha provocado que ese tío esté en mi lista negra, pero he dejado de lado mis celos para compartir la euforia que ella ha sentido.

Y ahora estamos en la playa, tumbados en la arena y mirando las estrellas. Nuestras manos están entrelazadas, y nuestros cuerpos pegados. Ya no siento dolor, ni tristeza, ni culpa. Sé que ella me ha perdonado, ahora lo sé. Y no quiero nada más. Congelaría este momento y pasaría el resto de mi vida en él. Años. Décadas. Toda mi vida.
Una lágrima resbala por mi mejilla, y giro mi vista para encontrarme los ojos de Laura, también llorosos, mirándome y transmitiéndome con los ojos lo que siente por mí.
-Te quiero -decimos a la vez. Y nos besamos.

FIN

Ya es septiembre...

Imagino que lo que estoy escribiendo ya lo habréis leído en varios blogs, y no quiero que parezca que me copio de nadie, pero para mí también empiezan las clases, y no voy a poder atender el blog tanto como querría. No sé con cuánta frecuencia podré subir textos ni visitar otros blogs, pero sacaré tiempo :)

jueves, 9 de septiembre de 2010

Nuevo "look"

¡Hola gente!
Sí, ya  me he aburrido (qué pronto, ¿no?) del aspecto que le di a mi blog cuando lo creé (hace muy poco).
Me parecía demasiado pasteloso, y, no sé... Me apetecía oscurecerlo un poco.
¿Qué opináis?

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Solo 15 años [Parte 5]


Ya no veo nada. Todo es negro. No hay nadie, aunque oigo voces lejanas enfrascadas en una conversación lenta, pero inquieta. No sé lo que dicen, y, si entiendo alguna palabra, al momento ya la he olvidado.
Mis sueños son siempre historias raras y sin sentido que entremezclan partes de mi vida y mis recuerdos. Normalmente al despertar, nunca me acuerdo de lo que he soñado; y ahora mismo no me acuerdo de lo que estaba pasando hace un segundo. Por lo que imagino que estoy soñando; más aún, estoy a punto de despertarme. Y lo sé porque no veo nada, todo está oscuro. La realidad se va acercando a mí paso a paso, lentamente, con sigilo...
Pero las voces siguen ahí. No, no son voces. Ahora es una sola voz, una sola voz monótona y tensa, que parece hablar sin esperar respuesta. Creo que mi despertador está sonando, aunque no recuerdo haber elegido esa melodía tan sosa para que suene. Y... ¿qué es eso? ¿música? No lo sé, y antes de que pueda pararme a pensarlo, a escuchar mejor, olvido lo que acabo de oír y sigo a oscuras, aunque la voz no cesa. 
Con la leve conexión que me une a la realidad me doy cuenta de que esta situación me incomoda. Quiero despertarme, pero me cuesta. ¿Qué hora es? ¿Por qué el despertador no suena como siempre?
Así que, no sé ni cómo, me concentro en esa parte que me une a la realidad, e intento agarrarme a ella con fuerza. Poco a poco, muy poco a poco, noto que la oscuridad se disuelve, y abro los ojos.
Me empiezo a marear, porque veo todo borroso, muy borroso, como si alguien estuviese jugando a baloncesto con mis ojos. Sí, eso es. Veo imágenes muy borrosas que rebotan de un lado a otro de mi cabeza, tan rápido que ni siquiera puedo fijar la vista en ellas para identificar lo que tengo delante. Mientras, un zumbido similar al de una abeja y una televisión sin sintonizar, a la vez, inunda mis oídos.
Pero no me rindo ante esta sensación tan desagradable y fuerzo mis ojos a que trabajen como es debido.
Y la imagen se va aclarando.
Todo es blanco. ¿O color crema? Y un borrón azul a mi izquierda debe ser una ventana. Ajá... Y... Sí, a mi derecha hay dos grandes rectángulos grises. Eso serán puertas, ¿no?
Pero... Bajo la ventana hay un borrón con forma ovalada, que se mueve. La voz procede de ahí.
¿Será una persona?
Cada vez mi visión enfoca mejor. Puedo ver que, en realidad, las paredes son de un color vainilla claro, pero las puertas siguen siendo grises. Estoy sobre una cama, y una sábana y una manta me cubren. Veo mi brazo enchufado con cables a una máquina que emite un pitido regular. ¡Ah! Ya decía yo que mi despertador nunca había sonado así. 
De modo que estoy en un hospital, y enchufada a una máquina. Oh, no.
De pronto me entra el pánico. No sé por qué estoy aquí. No puedo aclarar mi mente en estos momentos. Creo que aún no me he terminado de despertar del todo. ¿Qué pasa si he tenido un accidente y no puedo mover las piernas, o algo así?
Me tranquilizo algo cuando intento mover, con éxito, los dedos de los pies y flexiono ligeramente las rodillas. Al mismo tiempo, un dolor agudo y fuerte en mi vientre hace de mi cara una mueca de dolor, y suelto un quejido más bajo de lo que pretendía. 
El dolor me ha aclarado la mente; ya veo completamente bien. Y puedo ver venir a Pedro. Sí, ese borrón bajo la ventana era él. Ha dejado apoyada en la pared su guitarra. Debía ser él el que tocaba la música que he oído antes. ¿También cantaba? No me acuerdo.
Se ha levantado rápidamente de la silla de apariencia incómoda en la que estaba sentado. Tiene unas ojeras enormes, y está pálido. Lleva una camiseta de manga corta y uno de sus brazos está vendado.
Aunque prácticamente ha saltado de la silla, ahora se encuentra a medio metro de mí, quieto, como si temiera romperme al acercarse.
-¿Laura? -Su voz se quiebra al final, y al oírla (sin estar medio dormida, quiero decir) recuerdo de pronto todo lo sucedido: mis palmeras de chocolate, Pedro pagándolas, el borracho apuntando con una navaja a la cajera, el borracho atacando a Pedro, el borracho acercándose a mí, yo paralizada como una idiota por el miedo,...
-Tienes un aspecto horrible -digo, intentando sonreír. Supongo que no ayudará mucho en estos momentos el que yo me ponga a quejarme del dolor ni a agobiarle con preguntas; bastante mal parece sentirse él, pero el simple hecho de hablar me devuelve esa oleada de dolor, y mi rostro se retuerce.
Pedro, al verme, se arrodilla al lado de la cama, apoya su cabeza al lado de la mía, y empieza a llorar.
-Lo... lo siento tanto, Laura. Fui un imbécil, no lo vi venir. Tuve que haberte sacado de allí, pero él se acercó y... y... cuando te vi en el suelo y... toda esa sangre, yo... yo... Dios, Laura. Creí que ibas a...
Me trago mi dolor todo lo que puedo, y muevo mi mano para levantar su rostro y dirigir su mirada a mí, como él suele hacer conmigo.
-Creo que te dejé bien claro entonces que me alegro de que no me sacases de allí. Gracias a ti esa cajera volverá al trabajo todas las mañanas. Gracias a ti ese tío va a recibir ayuda...
Aunque ya no solloza, las lágrimas siguen cayendo de sus ojos. Pero sonríe.
-¿Cómo puedes ser así? ¿Cómo puedes estar dándome las gracias cuando por mi culpa casi te matan?
-¿Cómo que por tu culpa? ¿Es que no lo entiendes, Pedro? ¡Yo también vi a ese hombre entrar! ¿Qué pasa si hubiese estado sola? ¡Podría haber sido mucho peor! Yo no habría sido capaz de...
-Yo atraje su atención hacia nosotros -me dice, cortándome a mitad de frase, sumido en la tristeza-. Debería haber estado calladito, per...
Ahora soy yo la que le corto, callándole con un beso, que me hace retorcerme de dolor (en mi defensa diré que lo disimulo a la perfección). Pedro tiembla y está tieso. Pero se relaja poco a poco y me devuelve el beso.
Retira su cara, y antes de que le pida nada, me dice:
-Voy a llamar a la enfermera; le pediré que te dé calmantes. -Me da un beso rápido y me sonríe.
En medio minuto la enfermera está en el umbral de la puerta. Oigo como prácticamente obliga (pero de buenas maneras) a Pedro que baje a la cafetería a por un café.
Entra ella sola y me sonríe.
-Espero que no te importe lo que le he dicho a tu novio. Llevas sedada una semana, y él no se ha movido de aquí en todo el tiempo. Ha estado hablando contigo y cantándote canciones.
>El cuchillo, por suerte, no tocó ningún órgano vital. La herida no era tan grande como parecía, pero perdiste mucha sangre. Tuvimos que curarte y coserte el corte, que, por cierto, te dejará una leve cicatriz. Te hicimos una transfusión, y te hemos mantenido sedada. Y, por tu cara, veo que el efecto de los calmantes ha desaparecido, ¿eh?
Y la chica, joven y muy habladora, no deja de contarme cosas rspecto a la gente que ha venido a verme y bla, bla, bla,... Así que desconecto; esa parte ya no me interesa.
¿Que Pedro ha estado aquí todo el tiempo? ¿Hablando conmigo y cantándome? ¿Mientras yo dormía?
El corazón me da un vuelco, recordádome que le amo, y cada vez más. No puedo esperar a que vuelva a mi lado. 
-... así que esta vez te daré unos calmantes menos fuertes, aunque te darán sueño, ¿vale?
Asiento sin hacerle mucho caso mientras veo cómo Pedro entra por la puerta con una taza de café. Juraría que tiene mejor color ahora.
La enfermera se va, dedicádonos una sonrisa pícara. Y Pedro se sienta en la silla, sólo que la coloca al lado de mi cama.
-Así que te has quedado aquí una semana enterita...
Me mira y sonríe un poco mientras deja el vaso de café al lado de una pata de la silla.
-Era lo menos que podía hacer. Laura... -su cara vuelve a mostrar agonía y sus ojos se vidrian - ...¿podrás perdonarme algún dí.a?
-Mmm... sólo on una condición -Pedro se asombra, y bastante. Qué idiota es. ¿Cómo puede pensar que estaría enfadada con él? ¿Por ser la mejor persona que conozco? ¿Cómo se le ocurre la idea de que no le perdonaría?- Cántame ahora esa canción que dice la enfermera que tocabas cuando yo dormía.
Ya tiene color en las mejillas como para ruborizarse; qué mono, le da vergüenza. Pero se levanta y coge su guitarra, me mira a los ojos y dice:
-La he escrito para ti.


(Do) Sólo aprendí a mirar con los ojos
(Fa ) y gracias a ellos, ver las estrellas
(Sol) que pese a ser sumamente pequeñas,
(Mi) tienen fama de ser las más bellas.

(Do) Me dijeron que el tiempo no se para
(Fa) por mucho que lo puedas desear
(Sol) y decidí aceptar esa derrota
(Mi) tras intentos frustados por triunfar.

(Lam) Y apareciste tú...
(Fa) cambiando a color el blanco y negro
(Mim) compartiendo tus alas
(Fa) y así juntos ir alzando el vuelo.

(Lam) Y gracias a ti...
(Fa) volví a nacer en un mundo nuevo
(Mim) vi que todo lo aprendido
(Fa)eran mentiras ingenuas sin dueño.

(Sol) Y...

(Lam) Conseguiste destrozar la fama de esos astros blancos
(Fa) convirtiéndolos en polvo, comparados con el manto
(Sol) de belleza que recubre cada poro de tu cuerpo
(Mim) consiguiendo que cada segundo sin ti sea un infierno.

(Lam) Dejé de lado mis ojos para ver de una manera
(Fa) que no habría sido capaz de ver sin ti ni aunque quisiera
(Sol) pude detender el tiempo disfrutando ese momento
(Mim) en el que rocé tus labios y saboreé tu aliento.

(Fa) Hummm...
(Lam) Mmm... Mmm... Mmm...
(Mim) Mmm... Mmm... Mmm...
(Fa) Mm Mm... Mmm....

(Fa) Hummm...
(Lam) Mmm... Mmm... Mmm...
(Sol) Mmm... Mmm... Mmm...
(Fa) Mm Mm... Mmm....

(Lam) Y no es que quiera decir
(Fa) que mi vida no tuviera sentdio
(Mim) pero tú lo has reforzado;
(Fa) puedo sentir mi cuerpo más vivo.

(Lam) Tengo miles de recuerdos felices
(Fa)a los que recurría constantemente
(Mim) que ahora comparten espacio contigo y
(Fa) con mis ansias de vivir el presente...

(Lam) Haces que sueñe con un futuro largo y duradero
(Fa) dentro del cual, los dos juntos, sobrevolemos el cielo
(Sol) admirando tu sonrisa, tu cabello; esa melena
(Mim) que acompaña a tus dos ojos avellana, que me llenan

(Lam) de ilusiones, sentimientos, pensamientos estrenados
(Fa) con la imagen de tu ser en mis ojos enamorados.
(Sol) Me dan ganas de recorrer todo el universo entero
(Mim) gritando a los cuatro vientos tu nombre junto a un "Te quiero".

(Fa) Hummm...
(Lam) Mmm... Mmm... Mmm...
(Mim) Mmm... Mmm... Mmm...
(Fa) Mm Mm... Mmm....

(Fa) Hummm...
(Lam) Mmm... Mmm... Mmm...
(Sol) Mmm... Mmm... Mmm...
(Fa) Mm Mm... Mmm....

Pedro no ha dejado de mirarme en todo el rato, con el rostro cada vez más relajado. Ahora me sonríe.
-¿Te ha gustado?
He mojado todo mi horroroso camisón de hospital. Las lágrimas siguen bajando por mis mejillas.
A la mierda el dolor y la vía intravenosa. Le abrazo y beso antes de que los calmantes me adormilen otra vez.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Solo 15 años [Parte 4]

Estoy casi seguro de que no habrá pasado ni un minuto desde que ese tío ha entrado por la puerta, jodiéndome la tarde. Pero está siendo el minuto más largo de mi vida.
Y lo peor de todo es que lo he visto venir. Soy un imbécil. Y no he hecho nada para sacar a Laura de aquí.
He estado pendiente de ese hombre antes incluso de que entrase en la tienda, viéndolo a través de las ventanas. No dejaba de mirar con una cara que no sabría describir a la chica que nos estaba atendiendo hace solo unos instantes. Me ha dado mal rollo desde entonces. "Tranquilo. Solo es un tipo que se habrá bebido como una bañera de cerveza él solito. Sí. Estará tan borracho que no podrá ni andar". Y justo antes de terminar de tranquilizarme a mí mismo, el tío ese se ha acercado dando tumbos, con la vista clavada en la cajera. Puaj, por su olor deduzco que se tiene que haber bebido dos o tres bañeras de alcohol. O más. Quién sabe. Estoy demasiado ocupado reprochándome a mí mismo no haber hecho caso a mi instinto como para hacerle un test de alcoholemia ficticio.
Laura está temblando. Mierda.
Conforme el hombre se va acercando dejo las bolsas de comida en el suelo, cerca nuestro, intentando hacer de ellas una barrera entre el borracho y nosotros. Como un niño que se cubre con las sábanas creyendo que, así, sus pesadillas no llegarán hasta él. Rodeo a Laura con uno de mis brazos, y la atraigo hacia mí.
Entonces, a la vez que Laura se pone más tensa, el tío ese se acerca a la cajera y empieza a contarle su vida. O lo que sea. No creo que nadie esté entendiendo nada.
Y el tiempo pasa tan lento... Comienzo a pensar cómo salir de ahí. La situación es realmente incómoda ahora.
Salir de la tienda implica pasar demasiado cerca de aquel hombre para mi gusto, así que lo descarto. Veo que la cajera está pasando de él, y pienso que quizás esa sea la mejor opción. Opción que descarto cuando veo que el muy asqueroso la agarra del cuello y pregunta algo, a lo que la chica responde con todo el tacto con el que es capaz. Aprieto a Laura más contra mí. Esto se pone feo, muy feo.
No, ahora sí que estamos jodidos. El maldito borracho está amenazando a la pobre chica con una navaja. Ella se derrumba y lloriquea por lo bajo. Eso me mosquea.
Antes de pensar en las consecuencias que me pueden traer mis actos, intervengo:
-Eschuche, señor. Puede... puede que ésta no sea la mejor manera de solucionar un problema. - Digo, mientras, con el mayor de los esfuerzos, trato de parecer tranquilo y de no tumbar de un puñetazo a ese loco.
Entonces me doy cuenta, sin pararme a escuchar lo que me contesta el muy asqueroso, de que me estoy atrayendo su atención hacia nosotros. Hacia Laura, que está a mi lado. Oh, no. Mierda.
Se acerca y me pone la navaja en el vientre. Me da igual, soy secundario. Pero como se acerque a Laura...
Ella empieza a llorar, la veo de refilón, y ello me hace sentirme peor conmigo mismo y mucho más mosqueado con ese tipo.
Me doy cuenta de que la cajera ha marcado un número en el teléfono. Estará llamando a la policía. No... Demasiado lento. Para cuando lleguen a saber qué se encontrarán.
Alcanzo a ver que la gente o se ha escondido o no pretende ayudarnos directamente. Genial, estamos solos.
Despacio, y mientras mantengo la apariencia de serenidad, voy colocando a Laura detrás de mí, muy poco a poco. No dejo de mirar a ese tío a los ojos. Inspiro profundamente, y trato de recordar lo que el borracho me acaba de decir. Pero no me acuerdo.
-Oiga, no creo que apuntarme con una navaja le vaya a traer nada bueno -"el tono de voz, Pedro, controla el tono de voz...", me digo, y sigo escondiendo a Laura, a la vez que pongo cierta distancia entre el borracho y yo. Distancia que no llegará al medio metro.- Alguien podría salir herido, y eso podría causarle problemas -creo que en este momento mi voz calmada se entremezcla con la rabia sutilmente, sonando mi última frase como una amenaza en vez de como un consejo.
Esto desconcierta al hombre, el cual parece, por un momento, estar pensando en lo que le he dicho. Entonces su mirada se desliza rápidamente de mi rostro al de Laura, y vuelve al mío con la misma rapidez. "Oh, no. Eso sí que no".
Me mira mientras su cara se desfigura en una horrorosa mueca, cutre imitación de una sonrisa.
-Peeh... pehro... ¿quéh passsa si quieghro phroblgemas?
Y no lo veo venir. Con una rapidez que no creía posible en una persona hebria, me acuchilla el brazo derecho, debajo de la axila. Dejo de mirarle un segundo para dirigir la vista hacia la gran cantidad de sangre que brota de mi herida. Exclamo un alarido como prueba del punzante dolor que recorre mi brazo entero.
Y ese segundo le basta al muy cabrón para acercarse lo suficiente a Laura como para herirla a ella también. La forma en que la mira y las intenciones que delatan sus gestos callan mi dolor, para concentrarme por completo en matar a ese tío si hace falta.
Laura no se mueve, está paralizada. La expresión de su cara es de puro miedo. El borracho lleva la navaja bien agarrada, y apunta a Laura en el mismo lugar del vientre en el que me estaba apuntando a mí hace unos segundos. Veo cómo aleja un poco el brazo armado, para coger impulso.
Y le doy el puñetazo más fuerte que nadie habrá dado. Noto cómo mis nudillos destrozan por completo su nariz. Puedo hasta oírlo. Seguro que me he roto algo yo también.
El borracho cae al suelo inconsciente, y no tardo nada en quitarle la navaja de la mano. El cuchillo está completamente lleno de sangre, más de la que ha derramado mi brazo. Entonces se detiene el tiempo, y noto cómo mi pulso retumba en mis oídos al darme cuenta de que esa sangre no es mía.
Laura está en el suelo. Su rostro está tan pálido como la nieve, y me mira con una mezcla de alivio y dolor. Sus manos están llenas de sangre y colocadas sobre su vientre. Un pequeño charco rojo comienza a formarse bajo ella.
Me agacho rápidamente hacia ella y la cojo entre mis brazos. No siento el dolor de mi herida, aunque la sangre gotee ahora de ella. No existe. Solo está Laura; tan pequeña e indefensa. Laura llena de sangre. Llena de sangre por mi culpa.
-Laura, lo siento. Joder, cuánta sangre... Pero tranquila, ya han llamado a la policía; no tardarán en venir. Verás que esto no es nada. Dicen que la sangre es muy escandalosa; siempre hace que las heridas parezcan peores...
-P..Pedro... Lo... lo has hecho genial. -Casi es incapaz de acabar la frase. No puede dejar retorcer el rostro a causa del dolor.- Me duele... -dice ahora en un susurro, tratando de contener el dolor, sin éxito.
Veo borroso; las lágrimas ocupan todo mi campo de visión.
- Lo siento tanto, Laura. Debería haberte sacado de aquí antes...
Ella niega con la cabeza en un gesto casi imperceptible.
-N..no digas eso. -Tiene el rostro perlado de sudor, y respira de manera irregular. Cada segundo que la observo me rompo por dentro, me siento destrozado, como si me estuviesen quitando el aire conforme el color desaparece de sus mejillas.- De no ser... por ti... esa chica -y señala lenta y débilmente a la cajera, que habla atropelladamente e histérica por teléfono, avisando, seguramente, a una ambulancia- no estaría viva... -Acaba la frase en un susurro muy bajo, y, pese al dolor, me mira y sonríe.
Mis lágrimas caen sobre su rostro. Percibo cómo las pocas personas que quedan en el local nos observan, sin saber qué hacer. Y a mi se me escapan las ganas de vivir mientras la chica que amo se va apagando ante mis ojos. Laura, esa chica preciosa y feliz a la que he estado adorando en secreto tanto tiempo. La misma Laura que he soñado tener entre mis brazos... Pero no de esta manera, cubierta de su propia sangre por culpa de un loco de mierda armado y porque soy gilipollas.
-Sí, Laura, pero tú, ¿qué? Mira... mírate... es por mi culpa, no te he protegido, soy un imbécil y... no sé qué puedo hacer... -Mi voz se entrecorta por los sollozos.
Ella, pese a que, seguramente, estará haciendo un esfuerzo sobrehumano, posa una de sus delicadas y ensangrentadas manos en mi mejilla, y dirige mi mirada hacia la suya.
-Mientras pueda ver... esos preciosos ojos tuyos... estaré bien. Te... quiero.
Y nada más decir eso, su mano se desploma y sus ojos se quedan en blanco.